El bautismo en agua es un testimonio de la regeneración espiritual con la consecuente purificación de los pecados que tuvo lugar en nuestro corazón; el testimonio de una renovación que se llevó a cabo en nuestro interior.
El ladrón en la cruz recibió de Dios esta purificación de los pecados y la regeneración, habiendo creído que Jesús es el Cristo, y es por esta razón que Jesús le dijo que en ese día iba a ir al cielo con Él. Quiero señalarles que el ladrón en la cruz no fue bautizado en agua, entonces, por la fuerza de las circunstancias, no puede ser el agua que lo ha purificado de sus pecados, sino seguramente algo más.
Por lo tanto, es necesario buscar en las Sagradas Escrituras lo que tenga el poder para limpiar los pecados de los hombres pecadores.
Y en este sentido, leemos:
«pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7)
Como hemos leído, entonces, es la sangre de Jesús, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo que limpia del pecado, no el agua del bautismo.
El apóstol Pedro ha declarado claramente en su carta que el AGUA DEL BAUTISMO NO LIMPIA DE LOS PECADOS:
«a cual simboliza el bautismo que ahora los salva también a ustedes. El bautismo no consiste en la limpieza del cuerpo, sino en el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios. Esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo» (1 Pedro 3:21 ‘NVI’)
Del bautismo en agua Pedro dijo que no es LA PURIFICACIÓN DE LOS PECADOS, de hecho lo dice con estas palabras: «NO CONSISTE EN LA LIMPIEZA DEL CUERPO», a continuación, define lo que es el bautismo en agua, que es un COMPROMISO DE TENER UNA BUENA CONCIENCIA.
No se debe confundir, pues, el agua bautismal que no purifica de algún pecado, de la SANGRE DE JESÚS que limpia del pecado a los que con plena confianza se acercan a Dios.
En confirmación de lo que estamos diciendo, que sólo la sangre de Jesús limpia de todo pecado las conciencias de los hombres, leemos estas palabras:
«Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Hebreos 9:11-14)
Miren, es SÓLO LA SANGRE DE CRISTO QUE PUEDE LIMPIAR LAS CONCIENCIAS DE OBRAS MUERTAS, DE LOS PECADOS, PARA PODER SERVIR A DIOS.
Examinemos ahora los pasajes bíblicos que nos hacen aún entender que el agua bautismal no limpia de los pecados, como deducimos de los siguientes pasos:
«Entonces dijo (Pablo): ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban» (Hechos 19:3-6)
Hemos leído que cuando Pablo se reunió con los discípulos en Éfeso, ellos fueron bautizados en agua de acuerdo con el bautismo de Juan el Bautista y, miren bien, y remarquen en su mente estas palabras: ‘Ellos ya eran creyentes, como la Escritura los llama DISCÍPULOS’; luego fueron otra vez BAUTIZADOS en agua de acuerdo con la orden y la fórmula bautismal de Jesús a sus discípulos y que podemos leer en el Evangelio de San Mateo, capítulo 28 versículo 19.
Ahora, dado que estos discípulos ya eran creyentes, si fuera el agua del bautismo a haberlos limpiado de los pecados, si fuera el agua que hace de las criaturas de Dios sus hijos y discípulos de Jesucristo, no habría sido necesidad de un nuevo bautismo en agua. Estos hombres se habían convertido en sus discípulos, es decir, habían creído en el mensaje de salvación de Juan el Bautista, y eran creyentes. El hecho de que se podía creer y llegar a ser hijos de Dios salvados recibiendo la purificación de los pecados de su propia conciencia, se confirma por estos pasajes de la Biblia:
«Y tú, niño (Juan el Bautista), profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz» (Lucas 1:76-79)
Así que todos aquellos que piensan que los discípulos de Juan el Bautista no eran creyentes, que no habían recibido el perdón y la purificación de los pecados, se equivocan grandemente porque no conocen las Escrituras.
Ahora quiero explicarles algunos pasajes en el Evangelio de Juan, capítulo 3, los cuales se relacionan con el agua que hace nacer de lo alto, ya que son malinterpretados por algunos como si tal agua se pueda considerar ese agua del bautismo.
«Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere DE AGUA y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3:3-5).
Leemos los pasos que explican lo que quiso decir Jesús con la palabra «agua».
«Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha» (Efesios 5:25-27)
«Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre» (1 Pedro 1:22-23)
A la luz de estos pasajes citados y otros, entendemos claramente que lo que regenera las personas es la Palabra de Dios, junto con el Espíritu Santo. He aquí, entonces, explicado el significado de la palabra AGUA pronunciada por Jesús en el Evangelio de Juan.
Concluyo este breve escrito con otro pasaje bíblico para confirmar que SÓLO LA SANGRE DE JESÚS PURIFICA DE LOS PECADOS, y nada más puede hacerlo, de lo contrario Jesús habría muerto en vano:
«pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7)
Por lo tanto, es siempre la sangre de Jesús que limpia al hombre del pecado, tanto en el momento de la regeneración, como después, cuando ya se es convertido, si se cae en el pecado, porque nadie es perfecto, porque todavía no hemos obtenido la plena redención porque falta la redención del cuerpo que sucederá sólo en la resurrección de los muertos; digo, si los hijos de Dios caen en pecado, deben ir a Jesús con plena confianza, confesando sus pecados y sus conciencias serán completamente y otra vez limpiadas.
Me dirijo a ustedes los católicos romanos y, sin embargo, a todos ustedes que piensan que es el agua o algún otro ritual que les limpia de sus pecados, las sagradas Escrituras les dicen que se equivocan grandemente, y si ustedes no consiguen el VERDADERO perdón y la purificación de los pecados, serán arrojados al infierno cuando morirán. Así que si quieren escapar del tormento de las llamas del infierno, arrepiéntanse y apártense de los ídolos al Dios vivo y verdadero, crean en el Evangelio de Jesucristo, porque sólo así obtendrán la purificación de sus pecados.
Gracias a Dios que nos ha dado una salvación tan grande: «Cristo Jesús».
A Dios sea la gloria, el honor y la alabanza, por los siglos de los siglos. Amén!
Por el hermano en Cristo Jesús: Giuseppe Piredda
Traducido por Enrico Maria Palumbo
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