¿Amas a tu prójimo como a ti mismo?


10599304_628189657290763_4890619602646579451_nHoy en día, se escucha a menudo por la gente del mundo y los Cristianos rebeldes a los cuales se transmiten los mandamientos de la ley de Cristo bajo la cuál estamos (1 Corintios 9:21), afirmaciones como por ejemplo: «¡Ama a tu prójimo en vez de decirle que tiene que hacer y juzgarle!»  «¡No son importantes las reglas, lo importante es amar al prójimo!», «¡Ahora estamos bajo la gracia, estamos libres en Cristo!».

Sin embargo, lo que no saben o fingen no saber estos REBELDES, es que la Escritura afirma exactamente LO CONTRARIO, como está escrito: «En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos» (1 Juan 5:2) «No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, Y CUALQUIER OTRO MANDAMIENTO, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Romanos 13:8-9). 

La Palabra de Dios es clara, no da lugar a dudas, quien guarda los mandamientos, AMA a su prójimo como a sí mismo.

Debido a esto podemos afirmar con certeza que (haré sólo algunos ejemplos de mandamientos dados por Jesús y los apóstoles), quien no exhorta a su hermano cuando se extravía de la verdad para que vuelva al recto camino (Santiago 5:19-20) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien no juzga con justo juicio (Juan 7:24) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien se conforma a este siglo malo (Romanos 12:2) amando al mundo y las cosas que están en el mundo el amor del Padre no está en él (1 Juan 2:15-17) y NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien no tiene su propio cuerpo en santidad y honor (1 Tesalonicenses 4:3-8) poniéndose medio o completamente desnudo en la playa del mar, vistiéndose de una manera indecente, ahora hablo a las hermanas, con minifaldas, ropa sucinta, atrapada y transparente que no cubre bien el cuerpo, maquillaje, joyas y no estando sujetas a sus maridos (1 Timoteo 2:9; 1 Pedro 3:3-5 ), NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien mira a una mujer para codiciarla comite adulterio (Mateo 5:28), y por lo tanto, NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien no da las cosas necesarias para el cuerpo a los hermanos que tienen hambre o están desnudos (Santiago 2:14-16) NO está amando  a su prójimo como a sí mismo. Quien no se somete y desprecia a las autoridades (Romanos 13:1-7) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien habla mentiras no diciendo la verdad aunque sea dura o incómoda (Efesios 4:25) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien se une en yugo desigual con los incrédulos (Católicos, Musulmanes, Budistas…) (2 Corintios 6:14-18) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien menosprecia y juzga al hermano débil en la fe porque no come de todo o no juzga iguales todos los días (Romanos cap. 14) NO está amando a su prójimo como a sí mismo.

Y hay también muchos otros mandamientos que están escritos en la Biblia para que el Cristiano pueda amar a su prójimo como a sí mismo y a Dios con todo su corazón, toda su alma, toda su mente y con todas sus fuerzas.

Hermanos y hermanas en el Señor, no se dejen seducir por los que no les aman y que toman versículos de la Escritura para justificar sus deseos y carnalidades, porque sirven a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos haciendo distraer a los santos de la obediencia a Dios. Estén firmes en la fe y retengan los mandamientos dados por Jesús y los apóstoles, siendo hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores.

«Hagan todo esto estando conscientes del tiempo en que vivimos. Ya es hora de que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día. Por eso, dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz. Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa» (Romanos 13:11-14).

«Aleluya. Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera» (Salmos 112:1).

El amor de Dios y la mansedumbre de Cristo sean con Su amada Iglesia.

Enrico Maria Palumbo

 

 

Restauradle con espíritu de mansedumbre


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«Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado» (Gálatas 6:1)

¿Los profetas, Jesús y los apóstoles, han puesto en venta sus escritos?


10616659_10203359019114470_1837830729927776419_n«De gracia recibisteis, dad de gracia» (Mateo 10:8).

«Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas» (Mateo 21:12).

Hermanos en el Señor, guárdense de los que venden sus escritos, música y más, porque esto se llama comercio de las cosas de Dios, y las Sagradas Escrituras lo prohíben.

Por el hermano en Cristo Jesús: Giuseppe Piredda

Pasar la canasta de ofrendas no es bíblico, por tanto, debe ser abolido


Photo of a Collection PlateEn casi todas las congregaciones, o poco después de comenzar el culto, o antes que se termine, se hace pasar el plato o la canasta de ofrendas. Esta forma de recoger las ofrendas de los santos no es confirmada por ningún pasaje de la Escritura, ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo, y por lo tanto, les insto a que no utilicen este método que se parece más a una mendicidad que a un recoger las ofrendas de los santos , y que hay que decir que ha escandalizado a un buen número de personas del mundo que se fueron al lugar de culto para escuchar la predicación del Evangelio. ‘¡Ellos también piden el dinero como los sacerdotes!’, dicen algunos; otros, en vez, dicen: ‘Sí, la entrada es libre sólo de palabras, porque después te ponen la canasta de las ofrendas delante de manera que se les pague’. Pero veamos ahora cuál es la manera correcta de recoger las ofrendas de las manos de los creyentes, de acuerdo con la Escritura.

Cuando Dios ordenó a los israelitas que le construyeran un santuario, dijo a Moisés: «Jehová habló a Moisés, diciendo: Di a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda. Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata, cobre, azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, piedras de ónice, y piedras de engaste para el efod y para el pectoral. Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos» (Éxodo 25:1-8). Después de recibir esta orden Moisés lo comunicó al pueblo, de hecho está escrito que le dijo: «Esto es lo que Jehová ha mandado: Tomad de entre vosotros ofrenda para Jehová; todo generoso de corazón la traerá a Jehová….» (Éxodo 35:4-5). Y el pueblo lo hizo, de hecho poco después está escrito: «Y salió toda la congregación de los hijos de Israel de delante de Moisés. Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras… De los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová» (Éxodo 35:20,21;29). Y se tenga en cuenta que el pueblo ofreció mucho más de lo que necesitaba tanto que Moisés tuvo que ordenar que no ofrecieran más, como está escrito: «Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más; pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba» (Éxodo 36:6,7).

Cuando el rey Ezequías restableció las órdenes de los sacerdotes y levitas en sus funciones, «mandó también al pueblo que habitaba en Jerusalén, que diese la porción correspondiente a los sacerdotes y levitas, para que ellos se dedicasen a la ley de Jehová. Y cuando este edicto fue divulgado, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino, aceite, miel, y de todos los frutos de la tierra; trajeron asimismo en abundancia los diezmos de todas las cosas. También los hijos de Israel y de Judá, que habitaban en las ciudades de Judá, dieron del mismo modo los diezmos de las vacas y de las ovejas; y trajeron los diezmos de lo santificado, de las cosas que habían prometido a Jehová su Dios, y los depositaron en montones » (2 Crónicas 31:4-6). Mencioné este hecho, no para apoyar el pago del diezmo bajo la gracia, que no es obligatorio, sino para explicar lo que es la manera correcta de recoger las ofrendas de los fieles.

En Jerusalén está escrito que todos «los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles…» (Hechos 4:34-35).

Cuando Pablo ordenó la colecta para los pobres de entre los santos, dijo a los Corintios: «Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas» (1 Corintios 16:2). Con respecto a estas últimas palabras a los Corintios, que se toman en apoyo del pasar la canasta de ofrendas en el lugar de culto, tengan en cuenta que la ofrenda tenía que ser guardada en su propia casa por los santos antes de ser recogida por los apóstoles, y no debía ser puesta en una canasta que pasaba en el lugar de culto.

Como se puede bien ver, en ninguno de estos casos está escrito que se hacía pasar un plato o una canasta o algún otro recipiente entre las personas que eran llamadas a dar para la obra de Dios.

Y si todas estas Escrituras no fueran suficientes para entender que es malo pasar la canasta de ofrendas entre los santos o entre las personas del mundo después de que se ha predicado el Evangelio, les recuerdo, hermanos, la manera de actuar de Jesús, nuestro Señor. Él iba de pueblo en pueblo y de aldea en aldea predicando el Evangelio del reino de Dios, enseñando y echando fuera demonios y sanando las enfermedades, pero nunca pidió dinero antes o después de haber predicado haciendo pasar a sus discípulos con una canasta o un plato entre las miles de personas que se le acercaban para escuchar la palabra de Dios. ¿Tal vez que las personas no dieron ofrendas para apoyarlo? Por supuesto que le dieron ofrendas, hasta el punto de que muchas mujeres le ayudaban con sus bienes, y entre sus discípulos Judas tenía la bolsa (Véase Juan 12:6) donde se colocaban las ofrendas voluntarias de sus discípulos. Y el mismo comportamiento lo tuvieron también sus apóstoles porque ellos también después de haber predicado no hacían pasar la canasta de ofrendas entre los oyentes, creyentes o incrédulos que fuesen. Lean detenidamente el libro de los Hechos de los Apóstoles y todas las epístolas y ustedes no encontrarán ni un solo pasaje que habla a favor del pasar la canasta de ofrendas en el lugar de culto o en relación con las campañas de evangelismo. Quien tiene oídos para oír, oiga.

Pero ¿Por qué el pasar la canasta de ofrendas no es una forma adecuada para recoger ofrendas en el lugar de culto (que también puede ser la casa de un hermano)?

 

  • Porque algunos se sienten obligados a dar, y de acuerdo a las Escrituras el creyente no debe dar por fuerza, sino de manera voluntaria con un corazón alegre, según que Pablo dice: «no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7) y no es correcto forzar a nadie porque entonces la oferta no se haría de buena gana, sino con tristeza, y si hay algo molesto y repugnante ver en medio de la hermandad son aquellos creyentes mezquinos dando sólo para ser vistos por otras personas que dan voluntariamente (y por lo tanto de mala gana), pero todo esto es sólo un acto de hipocresía y nada más. Que se lo tengan su dinero en sus bolsillos, para que no puedan ser oídos a quejarse fuera del lugar de culto como si se fuesen privados de algo para apoyar la obra de un hombre o una obra inútil, y no la obra de Dios útil a los hombres.

 

  • Porque al pasar la canasta no se puede poner a prueba el amor de los creyentes para ver si realmente se preocupan por la obra de Dios, porque siempre se puede pensar que algunos hacen las ofrendas sólo porque no quieren ser vistos que no las hacen.

 

  • Porque se asemeja a una forma de mendicidad; similares a las de aquellos que en el metro se ponen para tocar una flauta o un violín o un acordeón que después de haber tocado durante unos minutos su pieza musical, pasan con un recipiente para recoger limosnas.

 

  • Porque es como si el pastor dijese después de la predicación: ‘¿Te he predicado? Ahora, pagame’. En otras palabras, la predicación es más como una puesta en venta, que un servicio ofrecido desinteresadamente a los hombres.

 

  • Debido a que pueden haberse incrédulos en medio de los santos que se quedarían escandalizados al ver aquella canasta circular y pasar por delante de ellos: como ya ha ocurrido.

 

Pero entonces ¿cuál es la manera correcta de recoger las ofrendas de los santos? Esta: que se ponga a una esquina del lugar de culto una caja de ofrendas, y se diga a los creyentes que los que están dispuestos a dar una ofrenda para la obra de Dios tienen que ponerla en esa caja. Alguien podría decir: ¡Pero si hacemos de esta manera tantos hermanos se olvidarán de dar! Creo que no, porque el Espíritu Santo les recordará el precepto de Jesús que dice que dar. De hecho, ¿Jesús no ha tal vez dicho que Él «os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14:26)? ¿Qué piensan? ¿Que el Espíritu Santo recuerde sólo de ir al lugar de culto, pero no de dar para la obra de Dios?

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

Este es el amor


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Hermanos, hoy en día vivimos en una época donde los Cristianos han perdido el sentido de la palabra «amor». Tal vez esta es una de las palabras que son más pronunciadas, pero su significado es oscuro para la mayoría de la gente. Se menciona a veces con el significado: «Vete para lo tuyo», o «hay que tolerar mis pecados», pero ¿qué sentido debe tener esta palabra de acuerdo a las Escrituras?

Su significado lo explica al apóstol Juan: «Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos» (2 Juan 1:6).

De hecho, un Cristiano que ama a Dios, debe amar también a Su Palabra, Sus mandamientos y guardarlos, de lo contrario, ¿cómo podrá decir que ama a Dios y al mismo tiempo, desobedece a Su voluntad? No se equivoquen, mis hermanos, quien no guarda los mandamientos de Dios y se rebela contra ellos, no tiene amor, aunque lo proclame mil veces al día con la boca.

Jesús dijo estas palabras, que haríamos bien a tener siempre en cuenta: «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Juan 14:21).

Miren, los que dicen que aman a Jesús, deben inevitablemente observar los mandamientos de Dios, que Jesús mismo y los apóstoles han dado.

Por lo tanto, tengan cuidado con cómo ustedes caminan, no se dejen engañar, quien no guarda los mandamientos de Dios no tiene amor en Él, pero su boca pronuncia palabras que no coinciden con lo que mora en su corazón.

Por lo tanto, escuchen el fin de todo el discurso, tal como se presenta a nosotros por Salomón: «El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre» (Eclesiastés 12:13).

Por el hermano en Cristo Jesús: Giuseppe Piredda

Traducido por Enrico Maria Palumbo

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Palabras dirigidas por Jesús a los pastores tibios


picchiare-alla-portaHay algunas palabras que Jesús dijo al ángel de la iglesia de Laodicea – entonces al pastor de esa iglesia – que se encuentran entre las más conocidas en la Iglesia en el mundo, y son las siguientes: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20), y de hecho se citan a menudo durante los sermones. Pero hay otras, como Jesús dijo siempre a ese ángel, que son prácticamente desconocidas, y son estas: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete» (Apocalipsis 3:19), y casi nadie las menciona desde el púlpito.

¿Cómo es eso? Creo que ya lo hayan entendido, porque Jesús dice que Él reprende y castiga a todos los que Él ama. Y como ustedes saben, en la mayoría de las iglesias de hoy, hay una fuerte alergia a palabras como «castigo» o «juicio», porque hay un rechazo de la enseñanza bíblica según la cual el Señor castiga a los que Él ama. Y de hecho está también claramente escrito en otro lugar: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo» (Hebreos 12:5-6). Así que el amor del Señor hacia sus hijos se manifiesta también reprendendolos y castigandolos. Un poco como el amor de un padre terrenal por sus hijos. Sin embargo, casi nadie menciona las palabras de Jesús al ángel de la iglesia de Laodicea.

Palabras, por otra parte, que se explican por las siguientes: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo», debido a que la exhortación para que tenga celo y se arrepienta dirigida al ángel de aquella Iglesia, Jesús la explica diciendo que está a la puerta y llama con la esperanza de que el creyente oiga su voz y le abra. El abrir la puerta por parte del creyente, por lo tanto, indica que el creyente ha escuchado la exhortación al arrepentimiento dirigida a él y ha decidido para arrepentirse, y luego cambiar su forma de pensar abandonando sus pensamientos vanos y malos que mientras por un lado lo han hecho un amigo del mundo, por el otro lado lo han hecho un enemigo de Dios, y de hecho se ha convertido en tibio, listo para ser vomitado de la boca del Señor. Pero arrepintiéndose, recupera la amistad del Señor, que precisamente porque se convierte de nuevo en su amigo, se pone a cenar con él.

Pero recuerden que el arrepentimiento es concedido por Dios, de hecho, Pablo, hablando del siervo del Señor dice: «Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él» (2 Timoteo 2:24-26).

Pero como se puede ver, la exhortación al arrepentimiento, es precedida por una declaración muy clara de Jesús, que es la siguiente: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo». Ustedes podrían preguntarse entonces: pero, si éstas son las palabras de Jesús pronunciadas por Él en su amor, y por lo tanto son una manifestación de amor hacia Sus ovejas, ¿por qué nunca se mencionan desde el púlpito? Porque mientras que Jesús ama a sus ovejas, los pastores tibios, amigos del mundo, no aman a las ovejas del Señor. ¿Y cómo podrían ellos amarlas, si les gusta el mundo? ¿No está escrito: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo» (1 Juan 2:15-16)? Así que el amar al mundo, lleva a no amar al Señor y, como resultado, tampoco aquellos que pertenecen al Señor. Y la falta de amor se manifiesta de muchas maneras, incluyendo éste: no decir nada para llevar al arrepentimiento aquellos que han pecado. Es sólo cuando un pastor ama al pueblo del Señor que le implora para que se porte de una manera digna de Cristo, y se arrepienta de sus pecados ante Dios para ser reconciliado con Dios. Entonces es sólo en este caso que va a citar estas palabras de Jesús: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo» para dejar claro que Jesús reprende y castiga a los que Él ama.

El Jesús de los pastores tibios, en cambio, es un Jesús que se han hecho a medida para satisfacer sus deseos y los de los miembros de las Iglesias que dirigen, en otras palabras es otro Jesús, porque es un Jesús que no castiga y que tampoco reprende en muchos casos, debido a que en estas Iglesias, tan pronto como alguien reprende de parte de Dios, es considerado como una persona que hace la obra del acusador de los hermanos, que es el diablo.

Estos pastores, a diferencia del Señor, que no quiere «que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9), quieren que algunos se pierdan, porque no quieren predicar el arrepentimiento de las obras muertas a aquellos creyentes que se han convertido en fornicarios, idólatras, ladrones, blasfemos, borrachos, avaros y estafadores, el arrepentimiento que puede salvarlos de la perdición. Como no quieren ni siquiera advertírles de lo que va a pasar con ellos si mueren en ese estado de pecado.

¿Qué hacer? Guárdense y apártense de todos los pastores y predicadores que proclaman un Jesús que no castiga, ya que son rebeldes, engañadores y habladores de vanidades, que con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos, y que por avaricia se aprovechan de las almas del Señor con palabras fingidas.

Arad campo para vosotros, y no sembréis entre espinos.

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

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Si alguno ama al mundo no ama a Dios


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Si alguno ama al mundo no ama a Dios (1 Juan 2:15), por lo tanto no puede amar ni Su Palabra ni Sus hijos. ¡Cuán importante es entender esto!

Giacinto Butindaro

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Aguárdale


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Hay momentos en la vida cuando uno se siente tentado a pensar que Dios no está interesado en nuestro caso. Si tú, hermano, estás pasando a través de uno de estos momentos difíciles, sabe que Dios tiene cuidado de ti y que, tu caso está delante de Él; por tanto, aguárdale (Job 35:14). En el momento apropiado Dios se levantará para hacerte justicia; «porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él» (Isaías 30:18)

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

Lo que realmente quieren decir


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 Muchos cuando citan estas palabras de Jesús: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35), en realidad quieren decir que todo el mundo sabrá que somos discípulos de Cristo si nos abstenemos de denunciar las obras infructuosas de las tinieblas cometidas por los creyentes, si nos abstenemos de reprender los hermanos que pecan y se portan desordenadamente. En otras palabras, si toleramos el pecado y quien lo comete. Pero esta conducta no es una manifestación de amor hacia nuestros hermanos, sino de odio porque se les anima a pecar y a no abandonar el pecado, y luego se induce a los de afuera para culpar la doctrina de Dios y blasfemar el nombre de Dios. Por lo tanto, si tú amas a tu hermano, «si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale» (Lucas 17:3), porque esto es lo que Jesús nos ha mandado. Entonces uno manifiesta que ama a los hijos de Dios si guarda los mandamientos que Dios nos ha dado a través de Cristo. Dice el apóstol Juan: «En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos» (1 Juan 5:2), y entre estos mandamientos hay también lo de reprender a su propio hermano cuando peca.

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

Heridas que hacen bien


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«Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece» (Proverbios 27:6).

Quien te ama realmente te reprenderá cuando pecas, y tú te sentirás en ese momento herido, abatido y angustiado, pero sabe que «la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse» (2 Corintios 7:10).

Estima entonces quien te reprende, porque lo hace para tu propio bien; pero ten cuidado con quien te lisonjea con sus palabras dulces, ya que tiende una red delante de tus pasos, es decir, busca tu ruina.

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo