¡Hay que orar de rodillas!


10339959_10204684903140742_42189436462374567_n«Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes» (Daniel 6:10).

«Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor» (Salmo 95:6).

«Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró» (Lucas 22:41).

«Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos» (Hechos 20:36).

Los profetas, Jesús y los apóstoles oraban de rodillas, y ya que estamos llamados a imitar a Jesús y los apóstoles, entonces también nosotros entre los santos debemos orar de rodillas. Un signo de humildad, de sumisión a Dios y de participación en la oración con todo su ser.

Cuando comencé a orar de rodillas en mi habitación, en la que nadie me veía, sino sólo Dios, comencé a experimentar la gloria de Dios, sus bendiciones espirituales y la comunión poderosa con el Espíritu Santo.

La carne y quienes quieren vivir carnalmente se oponen a estas cosas, y les molestan terriblemente, y encuentran mil excusas para no hacerlo. Pero si Jesús, los apóstoles y los profetas tenían la necesidad de orar de rodillas, ¿por qué no debería hacerlo yo? No tengo ninguna razón para no imitar a Jesús nuestro Señor y Salvador, entonces prefiero hacer mis oraciones más importantes de rodillas, y siempre hallo el bien.

Hermanos y hermanas en el Señor, sepan que si no oran de rodillas, no podrán tener una verdadera vida espiritual que agrada a Dios. Son todas palabrerías las que algunos hacen para no arrodillarse, y no pueden anular el hecho de que Jesús y los apóstoles oraban de rodillas.

Nadie les engañe con palabras vanas, aténganse estrechamente a todo lo que está escrito en la Palabra de Dios.

Por el hermano en Cristo Jesús: Giuseppe Piredda

Traducido por Enrico Maria Palumbo

 

 

Espera en Él


1969343_10203491411181817_3284436963957196698_nEl tiempo pasa inexorablemente, y tú continúas orando con fe y con un corazón íntegro a Dios, pero Dios sigue sin contestar tu oración. Y estás tentado a pensar que Dios no ha oído, que tu caso no Le importa, que está indignado contra ti y entonces rechaza tu oración. Luego, de repente Él te concede la peticíon por la que has orado por tanto tiempo, y que has deseado tanto que te contestase. En ese momento entonces lloras, y reconoces que Él es fiel, y luego doblas las rodillas delante de Él y Le agradeces de todo corazón.
Hermano, tu oración está delante de Él, AGUÁRDALE, porque «El Señor recorre con su mirada toda la tierra, y está listo para ayudar a quienes le son fieles» (2 Crónicas 16:9 ‘NVI’). Él oye la oración de los justos (Proverbios 15:29).

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

¿Ya son perdonados los pecados futuros?


D8emYfXEs una falsa doctrina que se enseña por muchos pastores también aquí en Italia, y dice que en virtud del sacrificio expiatorio hecho por Jesucristo, se nos han sido perdonados todos los pecados, y no sólo los del pasado, sino también los futuros. Para los pecados cometidos después del nuevo nacimiento, por lo tanto, no hay necesidad de pedir perdón a Dios por ellos, simplemente porque ya hemos sido perdonados. Y es precisamente por esta razón que Dios no castiga a nadie de los Suyos por posibles pecados que cometen, porque dicen que está escrito que Jesús ya ha llevado el castigo por nuestros pecados. Pasemos ahora a su refutación.

La Escritura dice que Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando murió en la cruz derramó su sangre para el perdón de nuestros pecados, de hecho, cuando la noche que fue entregado dio la copa a sus discípulos, les dijo: «Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados» (Mateo 26:28). Y por lo tanto fue a través de su muerte (seguida de su resurrección) que hemos obtenido la remisión de nuestros pecados por medio de la fe en Cristo, sí, por la fe, porque es por la fe que se recibe el perdón de los pecados, de acuerdo con lo que dijo Pedro a casa de Cornelio: «De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre» (Hechos 10:43), y Jesús a Saulo cuando se le apareció en el camino a Damasco: «Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados» (Hechos 26:16-18). Así que, cuando creímos en el Señor Jesucristo, todos nuestros pecados pasados fueron perdonados, es decir, todos los pecados que habíamos cometido hasta ese momento, sin excepción. Lo que obtuvimos en ese día es llamado por el Apóstol Pedro «la purificación de sus antiguos pecados» (1 Pedro 2:9). Es por eso que el apóstol Pablo nos dice: «Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados…» (Colosenses 2:13). Es bueno señalar, sin embargo, que además de creer nos también arrepentimos de nuestras obras muertas. Por lo tanto, los pecadores deben arrepentirse y creer en Jesucristo: por eso que Jesús mandó a sus discípulos a predicar el arrepentimiento y el perdón de los pecados por la fe en su nombre, como está escrito: «Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» (Lucas 24:45-47). Los pecadores entonces, aunque Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados, no es que ya han sido perdonados y sólo tienen que darse cuenta de esto: no, absolutamente no, sino tienen que saber que Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados, y que para ser perdonados deben arrepentirse y creer en su muerte expiatoria y en su resurrección, de lo contrario, sus pecados permanecerán apegados a su conciencia, o sea, sus pecados seguirán siendo sin perdón, y cuando morirán descenderán a las llamas del Hades a causa justa de sus pecados, porque «todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23) y «el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él» (Juan 3:36). Este es un concepto bíblico fundamental que deja claro que la ira de Dios está sobre los hombres que viven en el servicio del pecado, y es por eso que se llaman hijos de ira. Nosotros también, antes de obtener la remisión de nuestros pecados «éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás» (Efesios 2:3).

Llegamos ahora a los pecados que cometen los creyentes. ¿Hay o no hay necesidad de arrepentirse de ellos y confesarlos a Dios por su perdón? La Escritura dice que hay necesidad de esto.

Lucas relata un incidente que ocurrió en Samaria que lo muestra muy claramente. Escuchen lo que dice: «Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad. Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí» (Hechos 8:5-24). Por tanto, aquel hombre llamado Simón, que se había convertido en un creyente, cometió un pecado porque trató de comprar a los apóstoles el poder de imponer las manos sobre los creyentes para que ellos recibieran el Espíritu Santo, y de esto se dio cuenta inmediatamente el apóstol Pedro que le amonestó y le reprendió severamente. ¿Qué le dijo? «Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás». Simón, entonces, fue llamado a arrepentirse y orar a Dios para el perdón de ese pecado que cometió. ¿No es suficientemente claro?
Así que la Escritura nos muestra que si pecamos, debemos arrepentirnos y orar a Dios pidiéndole que nos perdone nuestros pecados. Y, de hecho, ¿qué dice el apóstol Juan a los santos? «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). Existe, pues, una condición que debe cumplirse para obtener el perdón de nuestros pecados, que es confesarlos a Dios, y Él, en Su fidelidad y bondad nos perdonará.

Pero hay otra condición que debe ser cumplida, que es la siguiente: debemos perdonar las deudas a nuestros deudores, de lo contrario, Dios no perdonará nuestras deudas. Esto es, de hecho, lo que Jesucristo nos enseñó: «…. si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial» (Mateo 6:14-15). Por eso que cuando nuestro hermano se arrepiente del pecado que ha cometido contra nosotros y pide perdón, debemos perdonarlo, de lo contrario, cuando luego nos presentaremos ante Dios para pedir perdón por nuestros pecados, Él no perdonará nuestros pecados. Así es, hermanos, y en este sentido les recuerdo estas otras palabras de Jesús que son muy claras y son parte de la respuesta que Jesús dio a la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces habría debido perdonar a su hermano que pecaba contra él: «Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas» (Mateo 18:23-35).

¿Han visto lo que va a pasar con nosotros si no perdonamos de corazón a nuestro hermano que se arrepiente y pide perdón? Dios no nos perdonará tampoco, y nos castigará por nuestros pecados. En otras palabras, si no perdonamos las deudas de nuestros deudores, ni siquiera Dios nos perdonará nuestras deudas hacia Él. Pero si les perdonamos tenemos plena confianza en que Él también nos perdonará, y de hecho en la oración que Jesús nos enseñó hay también estas palabras: «….perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores…» (Mateo 6:12). Por lo tanto, confesemos nuestros pecados a Dios con plena confianza, sabiendo que Él los perdonará. En este sentido, quiero también decirles que a veces hay errores que no somos ni siquiera conscientes de ellos, y de hecho se llaman errores ocultos, por lo tanto, es bueno pedir a Dios que limpie incluso aquellos, como dice el salmista: «¿Quién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente!» (Salmo 19:12 ‘NVI’).

Hablando de pecados, también hay que decir, sin embargo, que hay un pecado por el cual no podemos obtener el perdón, ya que de ello uno no se puede arrepentir: es el pecado de muerte (1 Juan 5:16). El escritor de Hebreos, de hecho, afirma acerca de este pecado en particular: «Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?» (Hebreos 10:26-29) y también: «…Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada» (Hebreos 6:4-8). Este pecado voluntario, por lo tanto, o recaída, es el pecado que lleva a la muerte a quien lo comete, y es negar al Señor, es decir, retroceder para perdición (Hebreos 10:38-39). Noten que los que lo cometen, la Escritura dice que es imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento.

Y, por último, vamos a refutar la afirmación de que Dios no nos puede castigar por nuestros pecados, porque Él mismo llevó el castigo por el cual tenemos paz, como está escrito: «…el castigo de nuestra paz fue sobre él» (Isaías 53:5).

Ciertamente, Jesús sufrió el castigo para el que hemos obtenido paz con Dios, y esto se debe a que Dios cargó en Él el pecado de todos nosotros – «y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido» Isaías 53:4 – por lo tanto, si fuimos reconciliados con Dios fue a través de la muerte de Jesucristo en la cruz. Pero esto no quiere decir que un discípulo de Cristo es inmune al castigo de Dios, porque Jesús dijo al ángel de la iglesia de Laodicea: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete» (Apocalipsis 3:19). Estas palabras fueron pronunciadas por Jesús, miren bien. Y de hecho, ¿no es verdad que Jesús dijo acerca de sus siervos que habían cometido adulterio con Jezabel, «He aquí, yo arrojo … en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella» (Apocalipsis 2:22)? Y entonces los castigos de Dios son parte de la disciplina que Él nos imparte para hacernos partícipes de su santidad, y por lo tanto son indispensables, como está escrito en la Epístola a los Hebreos: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:5-11). Así que las palabras de Isaías sobre el castigo sufrido por Jesús, no pueden tener el significado que le dan los que dicen que hoy en día Dios no nos castiga con enfermedades u otros eventos funestos.

Concluyo, por tanto, poniendoles en guardia contra aquellos que están propagando esta falsa doctrina que está trayendo graves daños a las Iglesias, ya que lleva a muchos para vivir una vida disoluta y en la ilusión, así como llevarlos a convertirse en orgullosos en su corazón y, de hecho, no saben lo que es la humildad, no saben lo que significa humillarse ante Dios. Estos pastores y predicadores son rebeldes, charlatanes y engañadores, apártense de ellos, porque su levadura leuda toda la masa.

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

¿Por qué a veces Dios no contesta nuestras oraciones?


montanasLa razón puede ser una de las siguientes.

– Porque no oramos a Dios con fe. Orar con fe es, de hecho, una de las condiciones necesarias para obtener el cumplimiento de nuestra oración. Jesús dijo: «Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis» (Mateo 21:22), y Santiago dijo: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos» (Santiago 1:5-8). La fe es la certeza de lo que se espera, así que cuando se ora a Dios, es necesario creer que se recibirá respuesta (Véase Marco 11:24).

– Porque nos negamos a obedecer los mandamientos del Señor y nos regocijamos en la injusticia y la hipocresía, así que Dios no oye nuestro clamor. La sabiduría dice: «El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable» (Proverbios 28:9), y que «El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará, y no será oído» (Proverbios 21:13). Jesús dijo que nos dará lo que pedimos a Dios si permanezcamos en Él y Sus palabras permanecen en nosotros (Véase Juan 15:7), y permanecer en Él significa guardar sus mandamientos, según lo que Juan dice: «Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él» (1 Juan 3:24). Si, por lo tanto, obedecemos a Dios seremos oídos y se cumplirá en nosotros la palabra que dice: «Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él» (1 Juan 3:21,22).

– Porque Le pedimos algo que no es conforme a su voluntad para con nosotros; hay fe, hay una conducta recta, pero Dios no quiere contestar nuestra oración. En este sentido, hay dos ejemplos en la Biblia, el de Moisés y el de Pablo. Moisés le pidió a Dios que le permitiera entrar en la Tierra Prometida, pero Dios no quiso contestar su petición (por primera vez en las aguas de Meriba, Dios había dicho a él y a Aaron, que no les habría dejado entrar en la tierra prometida porque no habían tenido confianza en Él); he aquí las palabras de Moisés mismo: «Y oré a Jehová en aquel tiempo, diciendo: Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas? Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano. Pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto. Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al oeste, y al norte, y al sur, y al este, y mira con tus propios ojos; porque no pasarás el Jordán. Y manda a Josué, y anímalo, y fortalécelo; porque él ha de pasar delante de este pueblo, y él les hará heredar la tierra que verás» (Deuteronomio 3:23-28). En el caso de Pablo, el apóstol oró a Dios para que quitara de él un mensajero de Satanás que Dios le había dado para que no se enalteciera sobremanera debido a las revelaciones que había recibido, pero Dios no contestó su oración. Aquí están las palabras de Pablo: «Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades» (2 Corintios 12:8-9). Hay siempre que recordar las siguientes palabras de Juan: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho» (1 Juan 5:14-15).

– Porque todavía no ha llegado su tiempo, por lo tanto, seremos oídos luego. Debemos, de hecho, tener siempre en cuenta que Dios nos contestará cuando Él quiere y no cuando nosotros lo queremos. Para confirmar esto, tenemos este hecho escrito en el libro del profeta Jeremías: «Vinieron todos los oficiales de la gente de guerra, y Johanán hijo de Carea, Jezanías hijo de Osaías, y todo el pueblo desde el menor hasta el mayor, y dijeron al profeta Jeremías: Acepta ahora nuestro ruego delante de ti, y ruega por nosotros a Jehová tu Dios por todo este resto (pues de muchos hemos quedado unos pocos, como nos ven tus ojos), para que Jehová tu Dios nos enseñe el camino por donde vayamos, y lo que hemos de hacer. Y el profeta Jeremías les dijo: He oído. He aquí que voy a orar a Jehová vuestro Dios, como habéis dicho, y todo lo que Jehová os respondiere, os enseñaré; no os reservaré palabra. Y ellos dijeron a Jeremías: Jehová sea entre nosotros testigo de la verdad y de la lealtad, si no hiciéremos conforme a todo aquello para lo cual Jehová tu Dios te enviare a nosotros. Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien. Aconteció que al cabo de diez días vino palabra de Jehová a Jeremías» (Jeremías 42:1-7). Noten cómo, aunque Jeremías comenzó inmediatamente a orar por el pueblo, la respuesta de Dios no vino hasta el décimo día. Sin embargo, algunas veces la respuesta de Dios puede llegar incluso después de 10 años.

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

Pidamos con fe


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Jesús dijo: «Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá» (Marcos 11:24). Por lo tanto, cuando oramos creyendo (o con fe), estamos seguros de conseguir lo que pedimos a Dios. Pero ¿qué debemos creer? Debemos creer que recibiremos  aquello por lo que oramos. De hecho, está escrito: «Creed que lo recibiréis» (Marcos 11:24), y luego: «Y os vendrá» (Marcos 11:24). Si en cambio dudaremos no recibiremos nada de Dios, como Santiago, el hermano del Señor, en su epístola, afirma sobre el hombre que le pide a Dios sabiduría: «Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos» (Santiago 1:6-8). Cuando nos acercamos al trono de Dios, por lo tanto, procuremos pedirle lo que necesitamos (o que es conforme a su voluntad) con fe, sin dudar. Fiel es Dios, hermanos, y oye la oración de los justos (Proverbios 15:29).

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

Una oración de acuerdo a la voluntad de Dios


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En el libro de los Hechos está escrito que los antiguos santos en Jesrusalén un día levantaron esta oración a Dios: «Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús» (Hechos 4:29-30). Esta oración levantada a Dios por la Iglesia antigua es de acuerdo a la voluntad de Dios y por lo tanto también la Iglesia de hoy debe elevarla a Dios el Padre.

Por el Maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

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¿Orar a Dios más de una vez por algo es una falta de fe?


afirmacion-uneversal-de-prosperidad-prosperidad-universalNo, no es una falta de fe, hasta el punto que incluso Jesucristo – que ni por un momento dudó de su Padre – cuando estaba en Getsemaní, poco antes de ser detenido oró tres veces el Padre, diciendo las mismas palabras en tres momentos diferentes de la noche. Esto es lo que Mateo dice al respecto: «Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras»(Mateo 26:39-44). Marcos confirma esto diciendo: «Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras. Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle. Vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega»(Marcos 14:35-42).

También acerca del apóstol Pablo se dice que oró tres veces a Dios pidiendo la misma cosa y precisamente el alejamiento de él del ángel de Satanás que le abofeteaba. Esto es lo que dice Pablo a los Corintios: «Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad»(2 Corintios 12:7-9).

Por el Maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

 

 

¿Dios nos oye sólo si Le oramos con fe?


preghiera-esaudimento-blogAlgunos argumentan que para obtener algo de Dios es suficiente creer en sus promesas, y luego orar con fe. Sin embargo esto no es cierto, ya que además de orar con fe, debemos guardar sus mandamientos y pedirLe algo que es de acuerdo a Su voluntad.

Si guardamos sus mandamientos

Jesús dijo: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho» (Juan 15:7). En estas palabras de nuestro Señor, hay un «si» a lo que hay que prestar mucha atención, ya que nos ayuda a entender a cual condición Dios nos dará lo que Le pedimos. Ahora, ¿pero qué significa permanecer en Cristo? Permanecer en Cristo significa guardar sus mandamientos, como está escrito: «el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él» (1 Juan 3:24). Jesús también dijo: «…Si mis palabras permanecen en vosotros» (Juan 15:7), por lo tanto es también necesario que las palabras de Jesús moren en nosotros para que Dios nos escuche. A este respecto, les recuerdo que el de hacer morar las palabras de Cristo en nosotros, es un mandamiento de Dios, de hecho, Pablo escribió: «La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros» (Colosenses 3:16); por lo tanto quien no quiere poner las palabras de Cristo en su corazón no respeta el mandamiento divino y cuando ora no será oído.

La Escritura enseña que para conseguir lo que se pide a Dios, también se debe tener una buena conducta, de hecho, Juan escribió: «cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él» (1 Juan 3:22). Los que piensan que, incluso teniendo una mala conducta, sus oraciones serán contestadas confían en la ilusión. Hoy en día son muchos los que se engañan a sí mismos y engañan a los demás haciéndoles pensar que a pesar de como se comportan, Dios responderá a sus oraciones, pero voy a demostrar con las Escrituras como los que caminan en la dureza de su corazón, sin escuchar al Señor, no son oídos por Dios cuando oran a Dios.

El apóstol Pedro dice: «Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas (sus esposas) sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo» (1 Pedro 3:7). ¿Qué quiere decir esto? Esto significa que si un esposo creyente desprecia a su esposa, le es infiel, y no le muestra por nada amor, golpeándola y maltratándola, cuando va a orar, Dios no le responderá a causa de su mala conducta. Amados, Dios no lisonjea con sus palabras; los hombres pueden lisonjeárnos, pero no Dios, porque Él es santo y justo.

Recuerden lo que le pasó a Saúl, rey de Israel; La Escritura dice que cuando los filisteos se acamparon en Sunem para pelear contra él, «consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas» (1 Samuel 28:6). ¿Saben por qué Dios no le respondió? Porque Saúl no había guardado los mandamientos que Dios le había dado por medio del profeta Samuel; Dios se había convertido en su enemigo y cuando se encontró en problemas y consultó a Dios, Él no le respondió.

Ahora escuchen las palabras que Dios habló a los jefes de la casa de Israel por medio del profeta Miqueas: «Dije: Oíd ahora, príncipes de Jacob, y jefes de la casa de Israel: ¿No concierne a vosotros saber lo que es justo? Vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo, que les quitáis su piel y su carne de sobre los huesos; que coméis asimismo la carne de mi pueblo, y les desolláis su piel de sobre ellos, y les quebrantáis los huesos y los rompéis como para el caldero, y como carnes en olla. Entonces clamaréis a Jehová, y no os responderá; antes esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo, por cuanto hicisteis malvadas obras» (Miqueas 3:1-4). También por estas palabras entendemos claramente que Dios no responde a los que hacen el mal y claman a Él en su angustia. Esto es lo que la sabiduría dice a los escarnecedores: «Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo»(Proverbios 1:28-30).

Amados, lo repito: miren que si no nos escuchamos a Dios, Él ni siquiera nos escuchará. ¿Saben cómo se conducían los hijos de Israel durante los tiempos de Isaías, Jeremías y Ezequiel? De esta manera; despreciaban padre y madre, oprimían al extranjero, al huérfano y a la viuda y pisoteaban a los pobres, calumniaban con sus lenguas, cometían adulterios e incestos, prestaban dinero a interés y a usura, robaban, mataban, se inclinaban ante los ídolos de las naciones y les ofrecían sacrificios y aromas, y después de eso tenían también el coraje de presentarse en los atrios del Señor para orar. Pero Dios les dijo: «cuando multipliquéis la oración, yo no oiré… Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua» (Isaías 1:15 ; 59:3). Los israelitas creían que incluso si habrían caminado siguiendo sus corazones obstinados, Dios habría escuchado sus oraciones, pero esto pensamiento resultó inútil. Incluso hoy en día, entre el pueblo de Dios, algunos entretenen en su corazón el mismo pensamiento vano. Les digo lo que sucede: algunos de los que dicen que han creído, pisotean al huérfano, a la viuda y a los pobres, aprovechan de su hermano en los negocios, levantan en sus corazones muchos ídolos diferentes, golpean con el puño inicuamente, engañan a su prójimo con mentiras, van a descubrir su desnudez en la playa del mar, permanecen empalados en frente al televisor por horas paciendo su mirada con la vanidad y la obscenidad, se van para los parques de atracciones, las salas de baile y el cine así gastando los frutos de su trabajo en lo que no satisface; sirven al dinero y luego se van para el culto y oran a Dios, diciendoLe: «Señor, te amamos, respóndenos, y nos daremos la gloria debida a tu nombre». Pero ¿qué les parece? ¿Que Dios se nega a sí mismo? ¿Que Dios es injusto y responde a las personas que con su boca muestran mucho amor, pero su corazón se dirige en pos de la codicia? La Escritura dice: «El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable» (Proverbios 28:9), y también que «El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará, y no será oído» (Proverbios 21:13 ). Estas palabras no se aparten de sus ojos, para que nadie les engañe con palabras vanas.

Cuando la Escritura dice que «La oración eficaz del justo puede mucho» (Santiago 5:16), significa que puede mucho la oración de fe del hombre que guarda los mandamientos de Dios, porque el justo es el que además de haber sido justificado por la gracia de Dios, hace lo que es correcto ante los ojos de Dios, guardando sus mandamientos. Escuchen lo que Dios dijo por medio de Ezequiel: «Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el derecho y la justicia; que no comiere sobre los montes, ni alzare sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, ni violare la mujer de su prójimo, ni se llegare a la mujer menstruosa, ni oprimiere a ninguno; que al deudor devolviere su prenda, que no cometiere robo, y que diere de su pan al hambriento y cubriere al desnudo con vestido, que no prestare a interés ni tomare usura; que de la maldad retrajere su mano, e hiciere juicio verdadero entre hombre y hombre, en mis ordenanzas caminare, y guardare mis decretos para hacer rectamente, éste es justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor» (Ezequiel 18: 5-9). Leyendo estas palabras, hemos llegado a la conclusión que el justo es el hombre o la mujer que permanece en Cristo, y en el cual moran las palabras de Cristo, entonces las palabras de Santiago: «La oración eficaz del justo puede mucho» (Santiago 5:16) confirman plenamente las de Jesús: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho» (Juan 15:7). Por supuesto, si por un lado se puede decir que la oración de fe del justo puede hacer mucho, por el otro tenemos que decir que la oración del que se niega a obedecer a Dios no puede hacer nada.

Hermanos, examinemos cuidadosamente nuestros caminos y «limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» (2 Corintios 7:1), Como dice Pablo; digamos la verdad a nuestro prójimo, hagamos el bien mediante la adhesión a lo mismo, apoyemos la mano del afligido y del pobre haciéndolo parte de nuestros bienes materiales y amemonos unos a otros con sinceridad, arrojando lejos de nosotros la hipocresía, y luego estaremos seguros de ser oídos por Dios y recibir de Él todas las cosas que Le pedimos.

 

Si Le pedimos las cosas que están conformes a Su voluntad

Juan dice: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho» (1 Juan 5:14-15).

Hermanos, cuando Jesús dijo: «pedid todo lo que queréis, y os será hecho» (Juan 15:7), no quería decir que no importa cosa Le pedimos o la razón por la cual Le pedimos, porque la vamos a recibir con seguridad de todos modos. Deben saber que las cosas que queremos tienen que ser de acuerdo a la voluntad de Dios para que las recibamos. Santiago dice a los que no son oídos por Dios porque en sus corazones buscan a la iniquidad: «Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites» (Santiago 4:3). Como ustedes pueden ver, cuando las peticiones notificadas a Dios no están de acuerdo con la voluntad de Dios, esas no son oídas por Dios.

Ahora, Dios quiere que nosotros le pedimos las cosas buenas, pero si Él ve que nos pedimos mal (es decir, si Él ve que le pedimos algunas cosas para utilizarlas mal), entonces no nos oye. Estoy seguro de que si temes a Dios y tiemblas ante su Palabra, y te procuras gobernar bien tu familia, criando a tus hijos en la amonestación del Señor, y un día uno de tus hijos viniera a ti y te dijera: «Papá, dame el dinero porque quiero ir al cine», tu no le darías lo que pide, pero lo amonestarías severamente. Pero, ¿por qué no le darías lo que él te pide? Porque te ha pedido mal para gastar en sus deleites. Digamos que tu esposa viendo una joyería te diga: «Quiero ataviarme de joyas para que te gustes más; por favor, comprame un collar de oro y pendientes de oro». Hermano que temes a Dios y sabes que lo que ella te pide, Dios no quiere que se lo ponga, ¿qué harás? Ciertamente no consentirás en su solicitud, pero no porque no la amas, sino porque la amas como Cristo amó a la Iglesia. Ahora, si tu que temes a Dios no contestas determinadas solicitudes de los de tu propia casa, porque Dios, que es santo y justo, debería contestar ciertas peticiones de algunos de sus familiares que no están de acuerdo con su voluntad? Los que piden y no reciben, porque piden mal para gastar en sus placeres, son los que aman al mundo y las cosas que están en el mundo, que, volviendose a las concupiscencias de la carne, a los deseos de los ojos y prevaleciendo la vanagloria en sus corazones, se han convertido en enemigos de Dios que les resiste porque son soberbios.

Hay que decir también que hay algunas oraciones hechas a Dios que no son contestadas no porque lo que la hace sea injusto, amante del placer y soberbio, sino porque Dios ha decretado para él otras cosas, y esas peticiones no están conformes a su voluntad (aunque si esas oraciones sean hechas con fe y con sinceridad de corazón). Citaré dos ejemplos: lo de Pablo y lo de Moisés.

El apóstol Pablo escribió : «Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:7-9). Debido a que Pablo oró a Dios para que hiciera algo que Dios no quería hacer, no fue contestado de parte de Dios; pero todo esto por su propio bien, para que siguiera siendo humilde y no se enalteciera sobremanera. Queridos hermanos y hermanas, cuando decimos: «Se haga la voluntad del Señor», queremos decir que estamos dispuestos a hacer la voluntad de Dios aunque no corresponda con la nuestra: entonces cuando recibimos una respuesta «negativa» de parte del Señor o una respuesta que no coincide a nuestras expectativas, no nos quejemos, pero aceptemos con gratitud y sumisión su voluntad, sabiendo que Dios es más sabio que nosotros y sabe lo que es para nuestro bien.

Moisés un día, al recordar a Israel las cosas que habían ocurrido durante el viaje en el desierto, dijo: «Y oré a Jehová en aquel tiempo, diciendo: Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas? Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano. Pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto. Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al oeste, y al norte, y al sur, y al este, y mira con tus propios ojos; porque no pasarás el Jordán» (Deuteronomio 3:23-27). Ahora, Dios dijo a Moisés y a Aarón en las aguas de Meriba (después de que Moisés golpeó la roca dos veces en vez de hablar como le había mandado Dios): «Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado»(Números 20:12), entonces Moisés sabía el decreto de Dios, pero también quiso rogarle que le permitiera cruzar el Jordán. Dios, sin embargo, esta vez no le contestó; y sin embargo Moisés era un varón muy manso, un hombre con quien Dios habló cara a cara, y también Dios testificó de él: «Es fiel en toda mi casa» (Números 12:7).

 

Conclusión

Así que hermanos y hermanas en el Señor, recuerden que, para que sus oraciones sean contestadas por Dios, así como tener fe en Dios, deben también guardar sus mandamientos y pedirLes las cosas que están conformes a su voluntad. Esto es lo que enseña la Escritura. Por lo tanto, quien tiene oídos para oír, oiga.

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

https://www.facebook.com/groups/JustoJuicio/

No debemos estar ansiosos, sino orar


prayer_raised_handsHermanos, hay una exhortación del apóstol Pablo en su epístola a los Filipenses, que haríamos bien en prestarle atención, si queremos vivir una vida tranquila.

Pablo escribió: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús»(Filipenses 4:6-7). En primer lugar, nuestro Señor está cerca de nosotros y no lejos de nosotros. Esto nos consuela en todas nuestras tribulaciones y en todas nuestras aflicciones. David dice que «Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón» (Salmo 34:18) y «a todos los que le invocan de veras» (Salmo 145:18), por lo tanto, amados, en medio de todas sus necesidades, recuerden estas palabras, porque son una fuente de consuelo para el alma afligida. Ahora bien, es precisamente porque el Señor está cerca de nosotros que no debemos agitarnos cuando la ansiedad querría apoderarse de nosotros.

¿Cuál es la necesidad de preocuparse por el futuro, cuando sabemos que Dios está con nosotros y por nosotros? Ustedes ven, cuando comienzan a estar ansiosos acerca de algo, que la turbación y la angustia se descuelgan sobre nuestra alma y son capaz de quitar la tranquilidad que es el resultado de nuestra confianza absoluta e inquebrantable en Dios; por esta razón, el adversario trata de llevarnos a desobedecer a este mandamiento: “Por nada estéis afanosos”. No seamos ignorantes de las artimañas de Satanás, por eso debemos apartarnos de la ansiedad, para no hacer sitio ni al miedo y ni a la duda que nos destruirían.

Aunque por un lado no debemos estar ansiosos por nada, por otro lado, debemos dar a conocer a Dios en oración todas nuestras peticiones. Pablo dice: «sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios» (Filipenses 4:6), así que no hay algunas de nuestras necesidades que no afectan a Dios, o para las cuales es inútil orar. No importa lo que necesitamos; Dios quiere que nos tiramos toda nuestra ansiedad sobre él, y no sólo una parte. ¿De que manera debemos hacer nuestras peticiones a Dios? «En toda oración y ruego, con acción de gracias» (Filipenses 4:6), dice Pablo; Esto significa que cuando oramos a Dios para nuestras necesidades, debemos también darle gracias por todo, sí, porque en la oración hay que velar en ella «con acción de gracias» (Colosenses 4:2).

Si obedecemos a esta exhortación todo nos saldrá bien, porque Dios establecerá la paz en nuestros corazones y en nuestras mentes, y esta paz guardará nuestros corazones y nuestras mentes de todas las trampas del enemigo, durante la espera del cumplimiento divino.

Por el Maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

https://www.facebook.com/groups/JustoJuicio/

Orar de rodillas


Buscando-el-consejo-de-DiosEl creyente tiene entre sus deberes principales la oración, es decir, orar cada día, con perseverancia, sin cansarse.

El que ora a Dios ¿en qué posición debe mantener su cuerpo?

Hay algunos comportamientos que los hombres deben tener para guardarse respeto recíprocamente. Para entender mejor voy a poner algunos ejemplos prácticos: cuando saludamos a alguien dandole la mano tenemos que ponernos de pie si estamos sentados; algunos se quitan el sombrero al saludar, en especial cuando saludan a las personas consideradas de alto rango, dignas de respeto; cuando los miembros de la corte entran en la sala del tribunal se pide específicamente a los presentes para ponerse de pie; los que han estado o que están en las fuerzas armadas y los que trabajan en la Policía cuando están en presencia de los superiores deben tomar ciertas actitudes, como el saludo a la visera, ponerse firme, nunca poner las manos en los bolsillos, etc.. Podría enumerar muchas más de tales cosas, y el lector mismo puede recordar sus experiencias como las que hemos enumerado.

Las acitudes anteriormente mencionadas tienen la intención de comunicar un mensaje a los demás, sobre todo el respeto y el honor que es justo a homenajearles. Las escrituras también confirman que es justo honorar a ciertas personas, de hecho dice: «Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.» (Romanos 13:7)

Ahora, si estamos naturalmente inclinados a comunicar también con las actitudes de nuestro cuerpo el respeto, la estima y el honor a los hombres, que son hoy y mañana ya no serán, más nos debemos comunicar también con nuestro cuerpo el respeto y la devoción cuando vamos en oración a la presencia de Dios.

Así que, ¿cuál es la posición del cuerpo que el creyente debe tomar cuando ora a Dios, para otorgarLes el honor y el respeto que se merece?

La Palabra de Dios nos enseña también en esto, de hecho, los fieles en Cristo han de ser imitadores de Cristo Jesús primero y luego también de los apóstoles y de todos los hombres de Dios mencionados por las Sagradas Escrituras, que nos dicen cual era su posición del cuerpo en la oración.

Leemos en la Palabra de Dios:

«Y él (Jesús) se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,» (Lucas 22:41)

«Y (Esteban) puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.» (Hechos 7:60)

«Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó.» (Hechos 9:40)

«Cuando hubo dicho estas cosas, (Pablo) se puso de rodillas, y oró con todos ellos.» (Hechos 20:36)

«Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.» (Hechos 21:5)

«Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo» (Efesios 3:14)

Leemos que Jesús, Esteban, los apóstoles Pedro y Pablo solían orar de rodillas.
También Elías y Daniel, siervos de Dios, oraban de rodillas, como en los pasos siguientes muestra la Palabra de Dios:

«Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas.» (1 Reyes 18:42)

«Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.» (Daniel 6:10)

Además, para confirmar la importancia que tiene para el Señor adorarle de rodillas, para darle la justa gloria de la cual es digno, Dios anunció por el profeta Isaías (45:23), también reportado por el apóstol Pablo, que vendrá el día en el que todos se arrodillarán ante Él para darle gloria; sí, la gloria, la misma que debemos dar a Dios cuando Le ofrecemos nuestras oraciones.

«Porque escrito está: «vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios.» (Romanos 14:11) «para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;» (Filipenses 2:10)

A partir del estudio de los pasajes citados veamos como la Palabra de Dios nos enseña también la posición que debemos tener durante la oración; los profetas, Jesús y los apóstoles oraron a Dios de rodillas, entonces, nosotros, hoy, debemos orar de rodillas, con el rostro en tierra para honrar, alabar y glorificar a nuestro gran Dios, el cual es bendito por siempre. ¡Aleluya!

Muchos creyentes, al contrario de lo que está escrito en la Biblia, oran sentados o incluso acostados o de pie; así hacen y enseñan a los demás, justificandose diciendo que es suficiente doblar las rodillas de su corazón.

Vamos a tratar de pensar que tú podrías ir a tu director del trabajo hablandole acostado en el sillon de su oficina; él, sin duda pensará que eres grosero y que le estás faltando el respeto. Además, ¿cómo se puede hablar a alguien acerca de cosas particularmente importantes estando acostado? Se trata de una cosa impropia que tampoco las personas más irreverentes se atreven a hacer.

Recuerdo bien que yo también en mi ignorancia, hace mucho tiempo oraba a Dios acostado, en la noche, con resultado decepcionante que terminaba para adormecerme durante la oración, faltandoLe de respeto, y Él, a su vez, desaprobando tal modo de orar no me concedía su bendición y yo no podía sentir su presencia.

La posición sentada puede estar bien para aquellas personas que tienen discapacidades físicas, que son mayores, o en momentos particulares como la acción de gracias y la bendición de la comida. Quiero decir con esto que puede ser aceptable, pero la forma más conveniente de orar siempre permanece de rodillas.

La oración mientras se está sentado no se puede absolutamente practicar en los servicios de adoración, en las reuniones de oración, en su propio aposento en la soledad; estas oraciones, se deben hacer para alabar y adorar a Dios que es digno de recibir nuestra alabanza y nuestra adoración con todo nuestro corazón y también con la participación de todo nuestro cuerpo.

Recordemos siempre el primer gran mandamiento que dice:

«Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.»(Marcos 12:29-30)

Con respecto a las palabras «con todo tu corazón», «con toda tu alma», «con toda tu mente» y «todas tus fuerzas», ¿qué se debe entender si no todo el ser del hombre, incluyendo el cuerpo?

Debemos aniquilar a nuestro cuerpo, no tenemos que satisfacer todos sus apetitos, hay que someterle a nuestra voluntad y utilizarle como un instrumento de alabanza y gloria a Dios, doblando las rodillas para elevar fervientes oraciones a nuestro Creador y Salvador.

Hay casos en los que se debe orar y no se puede hacerlo de rodillas, por ejemplo cuando nos encontramos en lugares donde no hay espacio suficiente, en ese caso es conveniente orar de pie.

A mí me pasó un caso en el que me encontré en las calles de la ciudad con algunos hermanos y antes de marcharnos, sentíamos la necesidad de orar, entonces, a fin de no despertar la curiosidad de la gente y para no lucir demasiado, oramos de pie.

Puede suceder a veces que tienes que orar de pie, esto no quita honra al Señor, pero sigue siendo el hecho de que la oración para la adoración a Dios debe hacerse de rodillas; todos los demás casos, deberán tenerse en cuenta como casos excepcionales, evaluando cada vez lo que es conveniente para dar honra y gloria a Dios.

El libro de los Salmos se lee y se medita por los fieles para aprender a orar, y este libro nos enseña, entre otras cosas, a orar de rodillas, de hecho está escrito:

«Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.» (Salmo 95:6)

Hermanos, ¿se dan cuenta de que cuando oramos nos vamos a la presencia de Aquel que hizo los cielos y la tierra?

Si entendemos esto me parece muy poco ponerse de rodillas ante el Señor que nos hizo para adorarLe. La conciencia de entender Quién está delante de nosotros cuando oramos es una manifestación de fe y de madurez espiritual.

Hay quien enseña que la oración a Dios debe ser espiritual, sólo con el corazón, dicen: «Es suficiente doblar las rodillas del corazón.» Pero les pregunto ¿por qué ciertos servicios también deben hacerse con el cuerpo, por ejemplo limpiar el lugar de culto? ¿Qué trastorno pasaría si los creyentes se decidieran a alabar a Dios sólo con el corazón y se detendrían a participar en todos aquellos trabajos que requieren la participación del cuerpo y no sólo del corazón? Así que privarían a la Iglesia de los importantes servicios que permiten llevar a cabo los servicios de adoración en la limpieza y en el orden. Es cierto que los ancianos y los pastores comenzarían a predicar desde el púlpito y fuera del púlpito contra los creyentes que no participan en las obras materiales requeridas por Dios a la iglesia, que son en cualquier forma útiles para la Iglesia.

Dios, por medio de Sus siervos a través de Su Palabra nos ha enseñado que debemos amar no sólo de palabra, sino de hecho y en verdad, fructificando abundantemente, sirviendo a Dios con un corazón sincero, y también ofreciendo nuestros cuerpos en sacrificio vivo (Romanos 12:1) y presentando los miembros de nuestro cuerpo como instrumentos de justicia a Dios (Romanos 6:13).

Es importante dar gloria a Dios guardando su Palabra incluso con el cuerpo y no sólo con el corazón, porque está escrito:

» …Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexual; que cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor…» (1 Tesalonicenses 4:3-4).

En contra de la voluntad de Dios expresada en este pasaje, muchos creyentes no poseen su propio cuerpo en santidad y honor como quiere el Señor, pero lo descubren y en el verano lo llevan a la playa para tomar el sol; cosas en las que hay muy poco de honorable y santo. Pero cuando se trata de doblar las rodillas del cuerpo en la oración, sin embargo, buscan muchos subterfugios para no hacerlo. ¡Hermanos no debe ser así!

Debemos amar a Dios tanto con el corazón como con el cuerpo, haciendo morir las obras de la carne y moderando la satisfacción de los deseos naturales que del cuerpo provienen, porque nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo.

Podemos hacer otro razonamiento, siempre extraído de las Escrituras, leyendo el paso de la batalla de Israel contra los amalecitas; la Palabra dice:

«Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec.» (Éxodo 17:11)

La mano de Moisés representaba la intensidad espiritual de la oración hecha por Moisés, cuando se bajaba prevalecía Amalec, cuando la intensidad subía Israel ganaba.

Amados hermanos, bueno, ¿cómo es su mano hacia arriba o hacia abajo?

Creo que, a la luz de las Escrituras, orar de rodillas es como la mano de Moisés; si se ora de rodillas la intensidad espiritual de la oración será alta, si se ora sentado la intensidad espiritual (o la participación del corazón, si lo preferimos) será baja.

También es importante tener en cuenta la obra que hizo Jesús; Él salvó al hombre pecador ofreciendo su cuerpo, no sólo ha obrado con el Espíritu, sino también con el cuerpo; Su cuerpo fue crucificado y molido por nuestras transgresiones, y por cuya herida fuimos sanados (1 Pedro 2:24).

Con respecto a arrodillarse para orar, hermanos, les confieso que inicialmente las rodillas duelen, pero después, con el tiempo se acostumbran, se refuerzan y hacen los callos, y el dolor desvanece, dando paso a las muchas bendiciones que Dios da a los que se humillan delante de Él.

Algunos escribieron de Santiago, el hermano del Señor, que a fuerza de orar de rodillas tenía callos gruesos y duros.

Hermanos, ¿diciendoles estas cosas quiero convertirme en su enemigo?

¿Les escribo estas cosas para que se alejen de la gracia de Dios o para que abunden en ella?

¿Tal vez estoy poniendo un yugo sobre ustedes demasiado pesado de llevar o un yugo dictado por la carne?

¿Estoy tratando de halagarles para vaciar sus bolsas y así llenar las mías?

Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres? ¿O, más bien, trato de agradar a Dios y darle la gloria y el honor que se le debe?

No, hermanos y hermanas, no es otro evangelio que les anuncio, sino es el antiguo evangelio, las sendas antiguas, que, por desgracia, en estos tiempos se han extraviado, siguiendo la corriente de este mundo, la abundancia material y los placeres de la vida; de los que hoy los redimidos por Cristo se han convertido en amantes; y yo, con la fuerza y ​​la habilidad que Dios me da, trato de destar estos espíritus, como dice la Escritura: «Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo.»

Salvo por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús, Giuseppe Piredda

Traducido por Enrico Maria Palumbo