Respuesta a la pregunta de una hermana acerca de la relación entre la comunión con Dios y el adorno del cuerpo – (Un mensaje para todas las mujeres Cristianas)


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Pregunta:

«Paz, soy una hermana desde muchos años en la fe precisamente 13 años. Mis primeros años he seguido al Señor con todas sus reglas, mi pastor era muy rigido al igual que usted, a mi no me pesaba no cortar el pelo, no poner más los pantalones, no usar maquillaje, no ponerme pendientes, es decir, vestirme de una manera decente porque el Señor me preguntaba eso, y para mí no fue un sacrificio.
Ahora estoy en otra comunidad, por diversas razones, no estoy aquí para explicar, en esta comunidad el Señor es todo amor, pero veo que yo primero estoy retrocediendo…. cuidado no digo que no creo, sigo siempre frecuentando la comunidad .. pero he dejado atrás el hecho de vestirme bien.
Me gustaría hacerle una pregunta, le voy a decir cómo me visto ahora y le pido que me responda con sinceridad, porque quiero entender dónde me equivoco,,,,, entonces sigo a vestirsme con faldas, sin minifaldas y sin escote, pero he empezado a ponerme cremas,,,, es decir, a cuidar más mi exterior, a ponerme el esmalte de color rosa para mantener limpias las uñas, a veces me pongo algunos collares, ¿podría explicarme por qué ahora me voy a la comunidad, y raramente puedo estar en comunión, me siento como si el Señor quiera algo más de mí, pero yo no puedo entender lo que Él quiere, hermano gracias si usted lee mi desahogo, he podido decirle lo que siento yo nunca lo he dicho a nadie y le doy las gracias por haberme escuchado,,,,, que Dios le bendiga»

 

Respuesta:

Paz hermana …,
Hizo bien obedeciendo a su antiguo pastor, porque Dios quiere que nos hagamos de esa manera, pero usted tiene que saber que no se debe renunciar a todas las cosas que me ha mencionado porque se las pide el pastor o porque también otras hermanas se visten así, sino hay que hacerlo porque es el Señor que lo pide a sus hijos, es Dios que quiere que nos comportemos de esta manera y que vistamos de una manera determinada.

Por supuesto, como es posible que ya haya experimentado, los que quieren santificarse y también quieren tener su «cuerpo» en santidad y honor, serán perseguidos, primero por los hermanos y hermanas, y luego por el mundo.

Por lo tanto, una mujer cristiana que decide vivir de una manera santa como Le agrada a Dios, debe ser fuerte y debe saber que deberá resistir a todos los ataques que le serán lanzados, porque van a ser muy numerosos y muy fuertes. Esto se debe a que hoy en día, por desgracia, los conductores, e iglesias enteras, son corruptos y no quieren procurar la santificación, no quieren renunciar a los placeres de la vida y no quieren «distinguirse» del mundo.

Todos nosotros, cuando nos convertimos, nos sentimos una gran alegría, una gran felicidad y desde ese momento hemos sentido la presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros, que nos bendice y confirma que estamos caminando de acuerdo a la voluntad de Dios.

Este sentimiento de paz y comunión con Dios puede interrumpirse cuando pecamos, y en ese caso tenemos que pedir perdón a Dios, pidiéndole que nos perdone nuestros pecados, y Jesús nos limpia de todo pecado y la paz y la alegría y la comunión con Dios vuelven dentro de nosotros (2 Corintios 7:10 «Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.» / 1 Juan 2:1,2 «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.«)

Pero a veces la tristeza comienza a entrar en el creyente, ya que se aleja lentamente de Dios, él no ora constantemente en su cuarto, no estudia la Palabra de Dios en su propia casa, entonces, no haciendo estas cosas, la fe, la caridad y la esperanza se disminuyen en el creyente, por lo tanto, la paz, la serenidad y la comunión con Dios, ya no se sienten más, dejando lugar, de hecho, a la tristeza, a la sensación de vivir una vida vacía y sin satisfacciones.

Así, creo que usted, al igual que muchos otros creyentes, muchos de ellos, al menos, no orando de todo corazón en su aposento con perseverancia, sin llorar con lágrimas sinceras, sin dar gracias a Dios de la salvación y de todo lo que se les ha dado, la fe comienza a disminuir, las palabras de la Biblia comienzan a perder su luz y guía, comienzan a sonar como palabras lejanas de su corazón y su vida, y luego si le añadimos el hecho de que en comunidad no se predica la sana doctrina, la santificación y no se exhorta a los santos para que estudien la Palabra de Dios en casa y oren constantemente en su aposento, entonces se explica por qué muchos creyentes viven en la depresión o no tan felices como Dios quiere que vivan.

Sí, porque la santificación, es decir, la renuncia a todos aquellos placeres de la vida, al vestirse de una manera conveniente y sencilla, no carnal, es la manifestación de lo que está dentro del corazón del creyente, de su espiritualidad, porque el creyente que se conduce bien, sabe que la carne siempre está lista para salir y hacer el pecado, y como Jesús dijo: «Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.» (Marcos 14:38)

En resumen, lo que lleva a los creyentes a no sentir más la comunión con Dios, la paz y la felicidad en Cristo, es la falta de una relación duradera, personal y profunda en sus vidas con el Señor. No son suficientes las horas pasadas en el culto, y el resultado es simplemente la tristeza en sus vidas.

Pero Dios quiere que sus hijos vivan una vida llena de paz y serenidad, alegría y en comunión con el Espíritu Santo, pero para vivir una vida así se requiere un compromiso diario con la oración y la lectura de la Palabra de Dios, porque de tal manera aceptamos que el Señor es nuestra propia guía espiritual, se tiene confianza en Él que nos enseña personalmente y luego se tiene fe en Él que nos oye cuando oramos. Si no hacemos estas cosas, mostramos que estamos siguiendo a un hombre, que es el pastor; mostramos no estar interesados en lo que Dios nos quiere decir en nuestro aposento; mostramos la superficialidad en nuestra vida espiritual, y estas cosas se empezan a ver también externamente, porque se termina viviendo como los del mundo y ya no se ve la diferencia que existe entre un santo y un pagano.

Los ministros de Dios han sido constituidos no para reemplazar la Palabra de Dios, sino para recordar a los santos los pasajes de la Biblia, así que tienen que recordar estas cosas a los santos, así como todas las demás. Son, por lo tanto, los guardianes de Israel, los centinelas del pueblo de Dios, que deben servir a la iglesia para que los santos vivan una vida feliz y serena, llena de fe y de caridad, anunciandoles también que para vivir en Cristo se habrá como consecuencia, también la persecución.

Así, hermana, el problema de los creyentes que se visten de una manera inconveniente, que se ponen las cremas, que se decoran y coloran las uñas, se debe al hecho de que su vida carnal les lleva a vivir lejos del Señor.
El problema no es tanto el hecho de que un creyente se vista o haga una cierta cosa, sino el hecho de que si la hace quiere decir que no está experimentando una profunda comunión con Dios, y esto es lo peor.

Una hermana que quiere agradar al Señor, se enreda en ciertas cosas, no les considera, no gasta su dinero en vano en ciertos productos, sabe que las cremas, el esmalte y otras cosas son cosas vanas e inútiles, y para agradar a Dios no las usa.
Con las renuncias que Dios requiere de sus hijos, un hermano o una hermana muestra su espiritualidad, como dice Santiago: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.» (Santiago 2:18)
Las obras que hacemos, la vida que vivimos, incluso en los detalles, muestran la fe que tenemos en Dios, el respeto que tenemos hacia las palabras y los mandamientos que Él nos ha dado.

De hecho, si la Palabra de Dios dice que la mujer no debe ponerse joyas y no tiene que vestirse de manera impropia y otras cosas (Véase 1 Pedro 3:3-6), y la mujer no lo hace, ignora un mandamiento de Dios y demuestra ser rebelde, por lo tanto, Dios no puede hacer que sienta Su presencia, su bendición, porque es justo y quiere que seamos santos como Él es santo.

Sin embargo, la mujer debe saber que si se viste como quiere el Señor y renuncia a muchas otras cosas, no debe hacer eso porque lo dice el pastor o él la reprende, sino debe renunciar con el corazón, porque lo ha dicho el Señor de los cielos y de la tierra, y el pastor o el hermano que lo recuerda, no hace más que citar la voluntad de Dios y no su propia voluntad.

Este último punto es muy importante porque marca la diferencia entre aquellos que andan de una manera digna del Evangelio, porque lo sienten en el corazón, y los que andan como su pastor dice, pero por dentro no entienden porque tienen que hacerlo.

Así hermana, si hace algo, no debe hacerlo porque lo digo yo, o porque lo dice el pastor, sino porque es el Señor Dios que se lo pide, y si se lo he dicho a través de la Palabra de Dios, entonces es una cosa que sin duda es agradable al Señor. Por todas las cosas que no están escritas explícitamente, hay Dios que comunica con nuestra conciencia, y si no hacemos las cosas con convicción, entonces es pecado (Romanos 14:23 «…Y todo lo que no se hace por convicción es pecado» ‘NVI’).

Hermana, usted ha entendido el problema más importante para un creyente, es decir, la importancia de que los creyentes sientan la presencia del Espíritu Santo, y lo que podemos escuchar sólo si vivimos una RELACIÓN con Dios, todos los días, tomandose el tiempo para ir a Él en la oración para presentarLe nuestros miedos, nuestras debilidades, nuestros fracasos, nuestras demandas. Y sabiendo que la voluntad de Dios se nos transmite principalmente a través de las Escrituras, entonces tengo que tomar tiempo cada día para aprender lo que Dios quiere que yo sepa a través de la Biblia.

Sí, las cosas que me ha mencionado son cosas vanas, así que creo que un creyente no deba hacer uso de esmaltes, collares y otras cosas inútiles, pero tengo que decir también que no se debe hacer porque lo digo yo o el pastor, sino porque el problema se ha tratado con el Señor en la oración y con la Palabra de Dios y Él confirma su palabra y pone en el corazón la convicción de que las cosas tienen que hacerse de tal manera.

El mismo hecho de que usted ha querido hablar sinceramente de estos problemas, me hace dar cuenta de que usted es una persona sincera, que verdaderamente busca la comunión con Dios, y si usted se pondrá de rodillas ante Dios, en su aposento, derramando todo su corazón, es decir, todas sus dudas, sus sentimientos, sus amarguras, éstas desaparecerán y darán lugar a la bendición de Dios, a la comunión con Dios, la alegría y la paz profunda. Pero estas cosas no vienen solas, sino que traen consigo las persecuciones, a partir de sus hermanos y hermanas que no quieren santificarse, y habrá una dura prueba, a veces muy dura, y podrán soportar sólo los santos que hacen las cosas y se santifican porque lo sienten en sus corazones y están dirigidos por Dios, y no lo hacen porque «también los demás lo hacen.»

Vaya hermana, Jesucristo está en su aposento secreto esperando por usted, tiene en sus manos unos dones para usted, tiene la bendición y la paz en sus manos y se los quiere dar con abundancia. Él está ahí esperandole para quitar de su corazón cada tristeza peso y agitación, para arreglar todo en su casa, en el trabajo, con los vecinos, porque Él es Dios y quiere estar presente en todos sus caminos; pero usted tiene que hacer ese viaje, un viaje desde su corazón hasta el trono de la gracia, a partir de su aposento, donde nadie le molestará, estoy seguro de que usted no regresará con «manos vacías», y aunque hay pecados en su vida, Él es poderoso para limpiarla de todo pecado, porque la sangre de Jesús es lo suficientemente potente para lavarnos de toda maldad.

Si establecerá una relación de comunión constante con Dios, podrá disfrutar de grandes bendiciones; sepa, pues, que todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución  (Véase 2 Timoteo 3:12).

La paz sea con usted hermana, Dios le bendiga y le guarde de todo lo malo y siempre le dé lo que su corazón desea en el Señor.

Salvado por gracia mediante la fe en Cristo Jesús: Giuseppe Piredda

Traducido por Enrico Maria Palumbo

¿Somos todos hijos de Dios?


10881570_10204152963562585_785602165686244200_n«Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de SER HECHOS HIJOS DE DIOS; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» (Juan 1:12,13).

«El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados» (Romanos 8:16,17).

«Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él» (1 Juan 3:1).

Un hombre para convertirse en un hijo de Dios es necesario que nazca de nuevo, de lo alto. Todos aquellos que no han nacido de nuevo, no son hijos de Dios, y entonces no son hermanos de los que en cambio han sido regenerados espiritualmente de Dios.

Por lo tanto, los católicos romanos, así como los budistas, musulmanes, y otros, que no han nacido de nuevo, no son nuestros hermanos en Cristo. Todos ellos están perdidos en sus delitos y pecados, y para ser salvados deben arrepentirse y creer en el Evangelio, y cuando lo van a hacer, Dios les hace nacer de nuevo, y sólo entonces se convierten en nuestros hermanos en Cristo.

No es conforme a la voluntad de Dios, entonces, llamar «hermanos» a los que no han nacido de nuevo, y no dan frutos dignos de arrepentimiento, es decir, no han abandonado la idolatría y todas las demás abominaciones de la carne debidas a la concupiscencia de la carne.

Las Sagradas Escrituras nos enseñan el discernimiento y cuál sea la voluntad de Dios, y nosotros como creyentes en Cristo debemos procurarnos no salir de lo que está escrito en la Biblia. Quien sale de lo que está escrito en la Palabra de Dios, o es UN REBELDE, y pagará las consecuencias, o nunca se ha convertido.

Hermanos en el Señor, sean sabios, y aténganse estrictamente a lo que está escrito en la Palabra de Dios, poniendo en práctica escrupulosamente todo lo que es parte de la voluntad de Dios.

Por el hermano en Cristo: Giuseppe Piredda

Traducido por Enrico Maria Palumbo

¿Para un Cristiano es correcto hacer teatro (recitar, hacer el actor)?


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¿Qué significa hacer teatro?

Vamos a explicar brevemente lo que significa hacer teatro, y luego a ver si es compatible con la Palabra de Dios.

El teatro es una actividad que consiste en tomar sobre sí la naturaleza y persona de otra. En otras palabras, se trata de un intento de convertirse en otra persona. Entonces, el actor trata de convertirse en una persona que lleva a cabo las acciones de otro hombre, e incluso intenta adquirir los rasgos y la personalidad de la otra persona. Esta actividad se puede describir con la palabra personificación. A menudo en el mundo dicen que un buen actor es aquel que personifica el personaje que interpreta. Hay una expresión que se utiliza en el cine y el teatro, en este sentido, que es ‘sumergirse en el carácter’.

 

¿Por qué hacer teatro es del diablo y debe ser rechazado?

En este punto, después de considerar lo que hacen los que hacen teatro, hay que ver si Dios desaprueba que un su hijo se ponga a impersonificar otra persona, e incluso si este comportamiento constituye una violación de cualquier mandamiento divino. Porque si es así, debemos rechazar el teatro inmediatamente. Y de hecho esto es así, por las siguientes razones.

 

1) Porque induce a la hipocresía y la mentira

El teatro induce a los que lo hacen a la hipocresía y la mentira. La impersonificación de hecho es fingir ser otra persona. Quién, entonces, personifica Jesús fingirá ser Jesús, quien personifica un pecador, todavía fingirá ser un esclavo del pecado; quien personifica el diablo o un endemoniado fingirá ser el diablo, y así sucesivamente. Esto significa hacer los hipócritas y amar y practicar la mentira, y no ser sinceros amando y prácticando la verdad.

¿Podemos nosostros los hijos de Dios hacer los hipócritas y amar y practicar la falsedad, aunque sea con el objetivo de llevar el Evangelio a nuestros vecinos? No, porque la Escritura nos manda a desechar la hipocresía, como está escrito: «Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor» (1 Pedro 2:1-2); y desechar la mentira de nuestras vidas y decir la verdad unos a otros (Efesios 4:25).

Sobre el término ‘hipócrita’ les recuerdo que se deriva de la palabra griega «hypokrités», que significa «actor»- y, de hecho, en el antiguo teatro griego los actores eran conocidos como los «hipócritas»- y por lo tanto un actor es un hipócrita, porque finge ser alguien o algo que realmente no es. Los escribas y los fariseos fueron definidos ‘hipócritas’ por Jesús porque en la práctica recitaban el lado de los justos, o mejor llevaban una máscara como justos, cuando estaban llenos de iniquidad e injusticia.

Ahora, les pregunto: «¿Puede un cristiano, aunque de vez en cuando usar una máscara, es decir, fingir ser otra persona, buena o mala que sea?» Por supuesto que no.

¿Puede un cristiano comienzar a decir palabras y cosas que no son ciertas porque no proceden de su corazón, porque está personificando a otra persona y esas palabras han de ser repetidas de memoria debido a que hacen parte de un guión? La respuesta de nuevo es ‘no’.

¿Cómo, entonces pueden tantos pastores afirmar que existe un talento que Dios da a ciertos creyentes a hacer teatro? Evidentemente porque son ciegos, habiendo perdido su discernimiento. Y diciendo esto, atribuyen a Dios las mentiras y ficciones que se perpetran en la escena teatral.

Y a continuación, tengan en cuenta que esta escuela de hipocresía y mentira comienza con los niños, ya que en casi todas las comunidades, se hacen interpretar a los niños escenas de teatro, o en conexión con la llamada fiesta de Navidad o Año Nuevo, o en el cierre de la Escuela Dominical.

He aquí lo que se les enseña a los niños: a ser hipócritas. No es de extrañar, por lo tanto, si como adultos luego se conviertan realmente en hipócritas, y de hecho las Iglesias de hipócritas abundan. Es todo una consecuencia.

Así que esto sería suficiente para entender que el teatro es del diablo, porque nos lleva a transgredir los mandamientos de Dios.

Pero quiero seguir mostrando cuantos principios bíblicos el teatro va a contrastar.

 

2) Porque se opone a la soberanía de Dios

El teatro se opone descaradamente a la soberanía de Dios, porque Dios gobierna de forma individual la gente y su naturaleza, ya que es el que ha establecido en su sabiduría soberana la naturaleza del hombre, y las circunstancias de su vida, y nosotros por Su gracia hemos sido partícipes de su naturaleza divina, y se nos ha hecho hijos de la obediencia; el teatro va a afrentar todo esto, porque quien recita el papel del pecador (que es muy común en las escenas teatrales) no hace más que fingir tener una naturaleza diferente y ser un hijo de desobediencia, y así decimos que se rebela contra la soberanía Dios.

En otras palabras, un Cristiano no puede recitar el papel de un pecador, ya que haciendolo se identifica con alguien que está todavía en el pecado.

Si lo hace se rebela contra Dios, porque un cristiano no tiene el derecho de ser o fingir ser otra persona. Él está en Cristo, y por lo tanto nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17), y por lo tanto no puede negar esta verdad para hacerse pasar por una persona en la que las cosas viejas no han pasado todavía ya que no es en Cristo.

Pero el teatro también afrenta la soberanía de Dios en otra forma, y eso es porque lleva a confiar en el hombre en lugar de Dios. Me voy a explicar mejor. También hay los que hacen el teatro ‘Cristiano’ y dicen que de esta manera ellos piensan que atraen las almas a Cristo, pero ellos no se dan cuenta que diciendo esto están ofendiendo a Dios, y contrastando lo que Jesús dice en este sentido. Porque es Dios que llama las almas a Cristo, de hecho Jesús dijo: «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere» (Juan 6:44), y también: «Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre» (Juan 6:65).

En un cierto sentido, entonces, quien hace teatro «Cristiano» se pone en lugar de Dios, porque piensa que es él a llamar a las almas a Cristo con su actuación, que es ficción. Juzguen por ustedes mismos.

 

3) Porque induce a jugar con el pecado

El pecado es infracción de la ley, dice el apóstol Juan (1 Juan 3:4). Y es una cosa seria pecar, no es algo para tomarse a la ligera en absoluto, también poniendose a fingir el pecado, como en las escenas teatrales. Por ejemplo, cuando un creyente interpreta el papel de un borracho, un ladrón, un asesino, un mago, un afeminado, un vanidoso, orgulloso, insolente, fornicario…, en ese momento se está haciendo pasar un pecador, y entonces está arrastrado en ese momento para pensar y actuar como un pecador.

Hará, por lo tanto algunos movimientos con su cuerpo, dirá cosas con la boca que un Cristiano que quiere conducirse de una manera digna del Evangelio, no debe hacer y decir, ni siquiera en broma. Y entonces ESTÁ PECANDO. ¿Qué bien se puede recibir entonces en el personificar un hombre esclavo del pecado? Ninguno. De hecho, sin duda va a recibir del mal, porque los que personifican a un pecador pueden ser inducidos en relaidad a cometer en el mundo esos pecados. ¿No es eso lo que sucede en el teatro y en el cine? ¿No es cierto que los actores mundanos han admitido que su personalidad ha cambiado irrevocablemente a peor después de haber personificado personajes  datos a pecados particulares?

Así que tengan cuidado hermanos, no se hagan arrastrar detrás del teatro y tampoco del así llamado teatro «cristiano», ya que seguramente la actuación tendrá consecuencias negativas, muy negativas, en su vida. Sólo Dios sabe cuántos pecados han cometidos los «actores cristianos», después de haber personificado el papel de los pecadores.

Esto nos enseña que con el pecado no se debe jugar, fingiendo pecar, porque el pecado está a la esquina para golpear. No se engañen a ustedes mismos. Es por eso que Pablo nos manda a abstenernos de toda forma de maldad o mala apariencia (1 Tesalonicenses 5:22), ya que el mal debe ser aborrecido en todas sus formas.

 

4) Porque lleva la Iglesia a la mundanidad

El teatro es un deseo mundano y entonces hace mundanizar a la Iglesia. Las iglesias que hacen teatro por lo tanto son mundanas. Muestran el amor por las cosas que están en el mundo. Ellos decidieron conformarse al mundo, para no sentirse tan diferentes de él. Para ellas, sin embargo, el teatro es una especie de puente que sirve para poner a los incrédulos en contacto con la Iglesia, cuando en realidad se trata de un puente a través del cual entra el espíritu mundano en la Iglesia y la corrompe. Por eso está escrito: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo» (1 Juan 2:15-16), y también: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:2).

Y a continuación, se tenga en cuenta que cuando la Iglesia comienza a utilizar el teatro para evangelizar, termina haciendo teatro para mero entretenimiento. De hecho, básicamente, ellos hacen una especie de cabaret. Por supuesto, estos  justifican insensatamente también este teatro diciendo que Dios quiere que seamos alegres, olvidando que hacer el bufón y necedades son cosas impropias que no se adaptan a los santos, y que por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. (Efesios 5:3-4,6).

 

5) Porque lleva a deshonrar su propio cuerpo, que es el templo de Dios

El teatro lleva a los santos para mantener comportamientos indignos. Les voy a dar algunos ejemplos prácticos. Quién interpreta el papel de un endemoniado deberá desnudarse y aparecer al menos la mitad desnudo, quien interpreta a Jesús en la resurrección lo llevará también a desnudarse y aparecer semidesnudo; una mujer que interpreta a una mujer adúltera sorprendida en adulterio, o una prostituta, se llevará a actitudes carnales y vestirse como una ramera. Y los que llegan a hacer los mimos, tendrán que pintarse su cara con diferentes colores y de una manera extraña, y van a hacer muecas con la cara. Y todo esto, ellos siempre dicen los partidarios de este arte, para difundir el Evangelio.

Ahora, sabemos que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo (como está escrito: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?» [1 Corintios 6:19]), y por lo tanto ninguno de nosotros tiene el derecho de ponerse medio desnudo delante de los demás, o poner su propio cuerpo pintado o dibujado. Los que piensan que tienen el derecho de hacer uso de su propio cuerpo como quieren, profanan el templo de Dios que es santo porque no lo honran como deben hacer (Pablo dice que Dios quiere que cada uno de nosotros «sepa mantener su propio cuerpo en santidad y respeto. Además de esto, sabemos que nuestro comportamiento debe ser apropiado a la santidad (como está escrito: «como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir» [1 Pedro 1:15]), entonces debe ser serio, santo y sin payasadas. En cuanto a una mujer que hace el papel de una mujer adúltera o una prostituta con su vestido de ramera, es evidente que nos encontramos ante una flagrante violación de la Palabra que dice: «Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad» (1 Timoteo 2:9-10).

 

Conclusión

A la luz de la Sagrada Escritura, el teatro, que sea o no «cristiano» debe ser rechazado, y reprendido con toda confianza, porque es una forma de rebelión contra Dios. Nadie se engañe porque Pablo dice que «La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad» (Romanos 1:18), y de hecho la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia.

Fuente: «Contra el teatro cristiano», libro escrito por Giacinto Butindaro.

Traducido por Enrico Maria Palumbo.

¿Es justo ir a la playa (piscinas, ríos…) para un Cristiano?


Eandare-al-maren todo el mundo, cuando los días comienzan a calentarse lo suficiente, sucede lo siguiente; las playas de los mares comenzan a llenarse con bañistas. Pero ¿qué es lo que impulsa a millones de personas cada año, para ir a las playas de los mares? El deseo de bañarse y broncearse, así como divertirse ya que en las playas se encuentra todo tipo de entretenimiento. Cuando llega el verano, sobre todo los que viven cerca del mar oyen mucho hablar del mar, los baños, y el bronceado; muchas personas que trabajan hasta las dos o las cinco de la tarde, no pueden esperar para que terminen el trabajo para derramarse sobre la playa del mar, en cambio, los que tienen un horario que les obliga a trabajar hasta las ocho de la noche, esperan con impaciencia o el sábado o el domingo para ir a la playa; y todos juntos esperan sus vacaciones para ir al mar. Y luego, por no hablar de todas esas multitudes de personas del adentro de los países que pasan horas y horas en coche o en tren o en autobús para disfrutar al menos un día a la semana en la playa del mar. Es suficiente ir a alguna estación cerca de una playa para notar un flujo enorme y continuo de personas vestidas indecentemente que van al mar con alegría. Pero ¿qué sucede en la playa del mar? Las personas se desvisten y se ponen semidesnudas, cuando no se ponen desnudas, bajo el sol caliente y brillante para broncearse. De vez en cuando se lanzan en el agua para bañarse; escuchan música, jugan al fútbol o al voleibol o al baloncesto donde se encuentran las instalaciones deportivas necesarias, comen y beben lo que han traído de casa o van a comer en el restaurante. Y luego, por no hablar de todas las cosas horribles que suceden en el mar a la luz del sol y bajo los ojos de todos; y de toda la charla vulgar y procaz y de todos los chistes que se pueden escuchar y que tienen como su objeto casi siempre la mujer. Este es el ambiente que se encuentra en cualquier playa durante la temporada caliente.

Ustedes estimados, no deben ir a la playa para bañarse y broncearse por las siguientes razones. Debido a que su cuerpo es el templo de Dios y es santo, como está escrito: «¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? … porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es» (1 Corintios 3:16-17), y debido a que debe ser guardado en santidad y respeto (Véase 1 Tesalonicenses 4:4) para la venida del Señor, como está escrito: «Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tesalonicenses 5:23), ustedes, poniendo su cuerpo medio desnudo delante de los demás lo profanarían, es decir, lo ofenderían usandolo de una manera indigna, atraendo sobre vosotros la ira de Dios. Para que se den cuenta de lo que harían yendo a ponerse semidesnudos a la playa, les hago un ejemplo, tomando como punto de referencia el templo de Dios construido bajo el Antiguo Pacto. Es como si hubieran estado sacerdotes para servir en el templo y que hubieran dado una parte del edificio como casa de rameras, o que con esta parte hubieran hecho algún tipo de lugar para divertirse o que lo hubieran llenado de ídolos, profanando así ese lugar santo. ¿No creen que de esta manera se habrían atraído la ira de Dios?

Lo que ustedes, hermanos y hermanas, deben siempre tener en cuenta cuando consideran su cuerpo es que no les pertenece, porque es propiedad del Señor que lo compró, de hecho, Pablo llama a los miembros de nuestro cuerpo «miembros de Cristo» (1 Corintios 6:15) y dice a los santos de Corinto: «Porque habéis sido comprados por precio…» (1 Corintios 6:20). Y no sólo lo compró sino también lo santificó por su Espíritu que ha venido a morar en ustedes. Su cuerpo, por lo tanto, además de no ser su propriedad, es santo, y una cosa santa no puede ser utilizada indignamente. Por esta razón, el apóstol exhorta de diversas maneras en sus epístolas para presentar sus miembros como instrumentos de justicia, en lugar que instrumentos de iniquidad, como por ejemplo cuando dice a los santos en Roma: «No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia» (Romanos 6:12-13). Porque Pablo sabía muy bien que el cuerpo de los creyentes es santo y debe ser utilizado de una manera santa. Por lo tanto, hermanos, ya que el templo de Dios es santo, y este templo son ustedes, deben santificar todo su ser, es decir, abstenerse de todas las cosas que pueden contaminarles, y entre estas cosas se encuentra esta mala práctica. Algunos dirán: «¿Por qué yendo a la playa estamos contaminadonos?» Porque, en primer lugar, uno se ve obligado a ver a la gente medio desnuda y a veces también gente desnuda; a continuación, porque uno va a ponerse voluntariamente en medio de personas que no conociendo a Dios hablan y actuan con maldad y se entregan al desenfreno delante de los demás. Y al ver este espectáculo indecente el cuerpo se contamina. Entrará en la oscuridad porque la lámpara que lo debería iluminar que es el ojo se apaga. De hecho, Jesús dijo que la lámpara del cuerpo es el ojo, y que si nuestro ojo es maligno todo nuestro cuerpo estará en tinieblas. (Véase Mateo 6:22-23).

 

Ahora vamos a demostrar cómo sean vanas y engañosas las razones que alegan los que por desgracia todavía van a la playa para divertirse como las personas del mundo.

• “El aire del mar es bueno y el médico dijo que es especialmente recomendado para los niños”

Es cierto que el aire del mar es bueno, y eso es bueno para respirar; pero no es bueno sólo durante el día, al mediodía o por la tarde, sino también por la mañana temprano antes de que salga el sol, y por la noche después de la puesta del sol, cuando las playas están desiertas, o incluso manteniendose alejados de la playa. ¡Pero a partir de la forma de hablar de algunos parece que el aire del mar es bueno sólo cuando se respira medios desnudos en medio de la gente del mundo! Y entonces les pregunto: ¿Pero por qué casi todo el mundo dice que el aire del mar es bueno para los niños, pero casi nunca se dice que el aire de la montaña también es saludable? El hecho de decir que van a la playa sólo para los niños cubriendo así la propria malicia es algo que muchos creyentes que tienen hijos pequeños saben hacer muy bien. En realidad, son los padres que están dominados por la gana del mar, y para no aparecer en los ojos de algunos creyentes como gente mundana, dicen que van a la playa para los niños. Además, la Escritura ordena a los padres a criar a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor (Véase Efesios 6:4), entonces los padres tienen que renunciar a llevar a sus hijos a la playa, porque esto no significa criarlos en disciplina y amonestación del Señor. Si se acostumbran a los hijos al mar o a la piscina o al río, por supuesto, cuando serán mayores seguirán yendo allí, entonces, ya que no será necesario que los padres los traigan y que no querrán ir con ellos, se irán con sus amigos de la escuela o con sus compañeros de trabajo o incluso con su novia. ¿Qué van a hacer entonces cuando sus hijos no irán a la playa para respirar el aire del mar, sino para divertirse y disfrutar del libertinaje haciendoles sufrir muchos dolores? Qué les van a responder cuando les dirán, “me voy allí porque el aire es bueno” o ​​: «Fueran ustedes que me llevaste desde que era pequeño: ¿que quieren ahora?” Hermanos, la sabiduría dice: «Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él» (Proverbios 22:6), entonces pongan la mente a donde llevan a sus hijos porque cuando crecerán tratarán a ir en los mismos lugares donde fueron llevados cuando eran niños.

• “Pero yo voy a la playa para broncearme un poco, ya que son de piel clara”

¿Y por qué necesitan esto así ensalzado bronceado? ¿Tal vez para que se les noten más, o para que no se sientan inferior a los que lo tienen? ¿Pero, no se dan cuenta de que como viene ya se va? ¿Pero no lo ven como se va en tan poco tiempo? Y además se le ha costado dinero porque gastaron dinero en la compra de las cremas. ¡Oh, cómo se convirtió preciosa la vanidad para ustedes! ¡Han comenzado a correr detrás del viento como hace la gente del mundo! ¡Pero sean felices con el color de la piel que Dios les ha dado! ¿Pero no se dan cuenta de que hablando de esta manera es como si acusaran a Dios para no haberles hecho un poco más oscuros? Pues glorifiquen a Dios por haberles hecho tan hermosos y maravillosos, como lo hizo David (Véase Salmos 139:14), en lugar de quejarse por el color claro de su piel! Ustedes son un poco como aquellos que se tiñen el pelo negro porque quieren aparecer rubios o rubias. O como los que se hacen retocar la cara o las partes de la cara porque no son felices con su apariencia. ¡Ah! como razonan mal, tan mal razonan.

• “El mar lo hizo Dios”

Es verdad, Dios también hizo el mar y todo lo que en él hay. Pero ¿qué significa esto? ¿Tal vez tengo derecho a ponerme medio desnudo en la playa del mar porque es Dios quien la hizo? Pero si razonamos de esta manera también el calor lo hace Dios; ¿Entonces deberíamos desnudarnos como la gente del mundo vestiendonos indecentemente? ¡Pero esto es una locura! Para que ustedes entiendan como esta expresión es bastante pretenciosa y fuera de lugar permítanme recordarles que hasta los drogaditos que se complacen en la droga dicen que la planta de la que se extrae la heroína fue hecha por Dios; incluso aquellos que miran a las mujeres para codiciarlas dicen que es Dios quien las hizo; también los fornicarios y los adúlteros dicen que es Dios que hizo el sexo; incluso los borrachos dicen que es Dios que hizo las uvas con las que se elabora el vino! Como se puede ver, incluso las personas que son dadas al mal, para justificar sus viles y engañosas concupiscencias, dicen que al final hacen uso de algo hecho por Dios! Pero ¿cuándo se darán cuenta de que está mal justificar una pasión engañadora del viejo hombre, como la de ir a la playa, diciendo que en el fondo se tiene el derecho para darse a este placer porque Dios hizo el mar?

• “Todo es puro para los puros”

Estas palabras están escritas en la Epístola de Pablo a Tito y son tomadas por muchos creyentes que están dominados por esta pasión engañosa para afirmar que para ellos que son puros ir a la playa es una cosa pura. Pero las cosas no están así como dicen, porque las palabras de Pablo tomadas en su contexto y interpretadas correctamente no tienen de ninguna manera el sentido que les dan los contenciosos. El apóstol Pablo dice: «Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas»(Tito 1:15). Como pueden ver, Pablo dice que para los corrompidos e incrédulos nada es puro; ¿qué diremos entonces? ¿Que para los incrédulos y los contaminados ir a la playa es algo impuro? No lo podemos decir porque sabemos que para ellos es algo bueno y que no hay nada malo en ello. ¿Pero entonces qué no es puro y contaminado por los no creyentes? No es pura su conciencia y tampoco su mente. Así que tenemos que concluir que para los que son puros hasta su conciencia y su mente son puras. Y de hecho lo es. Tomemos, por ejemplo, la conciencia de los que creen: ¿no es cierto que está escrito: «Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Hebreos 9:13-14) y también que Pablo dice: «Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia…» (2 Timoteo 1:3)? Reconozcan que no se puede definir una diversión o un deseo mundano como una “cosa pura”; si así fuera, significaría que las contaminaciones de este mundo, como la Escritura las llama, ya no son tales, porque son puras. ¡Así que de esta manera se terminaría diciendo que las contaminaciones del mundo no contaminan porque son cosas que son ‘purificadas’ para los puros! ¡Ah! ¡Cuántos creyentes han sido engañados por esta mala interpretación que se le da a estas palabras de Pablo!

• “¡Es cierto que a la playa hay mujeres desnudas o semidesnudas, pero todo depende de como se mira a una mujer en traje de baño o sin!”

Esta frase está en la boca de muchas mujeres casadas, así como solteras y de muchos hermanos casados ​​y célibes. Pero yo les digo: “¿Pero si nosotros que somos hombres ya luchamos con dificultad contra la carne caminando por las calles de un país o una ciudad durante las cuatro estaciones del año, porque las calles y las plazas se llenan de mujeres vestidas como prostitutas que emergen en cada lado y que es imposible no ver, qué pasará con nosotros si vamos a lanzarnos en medio de mujeres que se puede decir están casi desnudas?” ¿Cómo una persona se puede mantenerse pura en pensamiento en estas circunstancias? Pero si la carne es débil ¿como se hará para evitar que se caiga en tentación en medio de mujeres medio desnudas? Yo le diría a aquellas hermanas que razonan de esta manera: «Pero si les dijera que una vez que ustedes se caen en un pozo de barro pueden seguir manteniendo su ropa limpia, todo depende de cómo miran el barro en el que están inmersas hasta la garganta, ¿qué me responderían?» Me parece que el razonamiento que hacen es similar a lo que hacen los mayores a los sacerdotes cuando asumen el oficio de obispos, es decir, les dicen que se tomen todas las precauciones posibles en el confesionario para no caer en pecado cuando confiesan a las mujeres. Pero yo digo: “¿Cómo es posible para estas pobres almas a las que se impone también el celibato que no caigan en el pecado de impurezas mentales o físicas durante o después de la confesión cuando al sacerdote se le ordena que haga preguntas a las mujeres que incluso sus maridos no tendrían el coraje de hacer?” De hecho, me parece que no saben lo que dicen, lo repito, no saben lo que dicen. Ustedes probablemente han olvidado o no conocen en absoluto que el rey David, que era un hombre temeroso de Dios que amaba a Dios y que tenía un corazón conforme a Dios, cayó en el pecado de adulterio porque vio a la esposa de un su guerrero bañarse durante la noche. Escuchen lo que dice la Escritura: «Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa»(2 Samuel 11:2-4). Ahora, no sabemos si Betsabé estaba desnuda o cubierta; una cosa es cierta, no estaba cubierta como lo era habitualmente debido al hecho de que se estaba bañando. Sin embargo, es más probable que fuese desnuda que medio desnuda. Así es como empezó la caída de David, al ver una mujer que se bañaba. ¿Y cuántos hombres – incluyendo los creyentes – en las playas han caído justo después haber visto una mujer que se bañaba o se desnudaba? Sólo Dios lo sabe. El hecho es que muchos hombres van a la playa sólo para mirar a las mujeres, y también muchas mujeres van allí para ver a los hombres. Y la triste realidad es que en las playas del mar comenzó la ruina de muchas parejas casadas. Los engaños, tanto por los esposos como por las esposas, en muchos casos, comienzan justo en la playa del mar; que lo sepan. Y luego hay los casos de separación, divorcio, y en algunos casos el crimen pasional que se llama así debido a que el cónyuge infiel es sorprendido en flagrante del otro y viene matado, a menudo juntamente con su amante. ¿Y los niños, entonces? ¿Quién los escucha? ¿Cuántas lágrimas derramadas a causa de los padres que están separados ya que se buscaron la infidelidad? ¿Y dónde? Precisamente en la playa del mar. ¿O Hermanas, pero cuando se arrepentirán? Pero ¿cuándo ustedes entenderán que poniendose allí en traje de baño en frente de los hombres están induciendo en tentación a los hombres que les miran? Pero ¿cuándo comprenderán que al hacerlo ustedes son culpables porque hacen caer en pecado de lujuria a los que les miran? Pero ¿no es suficiente que se descubran antes de el que tiene autoridad sobre su cuerpo, su esposo? ¿Por qué quieren descubrirse ante los ojos de otros hombres? O mujeres sin juicio, pero ¿cuándo empezarán a entender lo que es la modestia? ¿Cuándo? Y ahora ustedes también hermanos casados ​​y solteros que razonan de la misma forma que estas mujeres: “Pero ¿cuándo comprenderán que también ustedes inducen en tentación a las otras mujeres poniendose semidesnudos? ¿Cuándo se arrepentirán y entenderán que también ustedes son de tropiezo poniendose semidesnudos?”

• «El dinero que gasto para ir a la playa no eres tú que me lo das, sino me lo he ganado yo, y yo soy libre para gastarlo como yo quiero»

Es cierto, absolutamente cierto que el dinero no te lo doy yo, y que te lo has ganado con tu sudor, pero también es cierto que te lo dio Dios. Pues, dado que es un don que te es dado por Él, eres llamado a administrarlo para el bien y no para satisfacer tus deseos de la carne como lo hace la gente del mundo. La sabiduría dice que «La obra del justo es para vida; mas el fruto del impío es para pecado» (Proverbios 10:16); entonces, ya que ir a la playa no es algo necesario para tu cuerpo, sino sólo un placer de la vida, si pones tus ingresos al servicio de este deseo mundano te estas dirigiendo en una manera indigna delante de la vocación que te fue dada.

• “Pero yo a la playa me llevo la Biblia y predico también”

Esta declaración es otra frase pretenciosa que se siente pronunciar por aquellos que cuando escuchan a alguien hablar en contra de este placer de la vida se sienten reprendidos por su conciencia y no saben cómo responder. Ahora bien, es algo bueno en sí mismo que lleven consigo la Biblia, pero el hecho es que en la playa del mar, en medio de tanta gente medio desnuda y en medio de tanta confusión, uno no se puede concentrar para leerla: en cuanto, pues, al evangelizar en la playa del mar, es una contradicción que un creyente diga que se va a la playa para evangelizar ya que lo que evangeliza debe primero demostrar que él se ha convertido de los placeres del mundo a Cristo para decir a otro para hacer lo mismo. Pero ¿de qué deben convertirse las personas del mundo que frecuentan la playa, si también los que les llaman a la conversión siguen siendo esclavos de las pasiónes engañadoras? Pero entonces les pregunto: “Pero, ¿cómo pueden hablar de Jesucristo en traje de baño a hombres y mujeres semidesnudas?” Y luego, cuando regresan de las vacaciones a la playa, éstos, todos bien bronceados, se ponen de pies en el lugar de culto para agradecer a Dios que les envió en la playa del mar para evangelizar a la gente semidesnuda en traje de baño! ¡Entonces hoy algunos para justificar sus engañadoras pasiónes llegan a decir de todo! Pero lo que es más triste es observar que la gran mayoría de los pastores no hablan en contra de esta pasión engañosa de la que muchos fieles están atrapados e inquietos; y más, si pueden, dicen incluso su palabra de aprobación (tal vez incluso cambiar la hora de la adoración del domingo para permitir a los hermanos «disfrutar lo más posible el mar que hizo Dios»), ya que ellos mismos son todavía esclavos de esto deseo. Y es precisamente debido a que muchos conductores no dicen nada sobre esto (porque todavía no pueden discernir el mal que hay en el ir a la playa), y es debido a que las ovejas oyen o ven que los mismos pastores van para allí, que son alentadas a continuar en eso. Son precisamente muchos pastores de nombre pero no de hecho, que dicen: “¿Qué hay de malo?” El mal está ahí, sólo que, siendo cegados por las tinieblas, no pueden ver o fingen a no verlo.

Hermanos que todavía van a la playa a corrumpirse, dejen de ir; también ustedes que son los encargados de alimentar al rebaño y que todavía van a la playa, dejen de ir y traten de reprender este mal hábito con toda franqueza. A ustedes, en cambio, que no van allí – que son la minoría – porque plenamente convencidos de que esta es una malacostumbre de las naciones, digo, sigan resistiendo al enemigo cuando llegando el calor extremo les tentará para que imiten a las personas y las comunidades que se van, resistan firmes en la fe, y él huirá de ustedes; sepan que están absteniendose del mal y que Dios se deleita de esta posición.

Bienaventurado el varón que no anda en consejo de malos rechazando, entre otras cosas, ir a la playa para divertirse como, en cambio, ellos hacen y recomiendan.

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

¿Qué significa llevar fruto para Dios?


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«Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios» (Romanos 7:4)

Ahora que hemos sido salvados, libertados de nuestros pecados y santificados por medio de la preciosa sangre de Jesucristo, nuestros cuerpos no son más dados para servir al pecado, sino para servir a la justicia llevando fruto para Dios. Llevar fruto para Dios es así importante, que Jesús afirma que todos los creyentes que no llevan fruto serán quitados de Él y echados en el fuego. Como está escrito: «Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto» (Juan 15:2). Noten que Jesús está hablando de los creyentes, de hecho dice que todo pampano que EN ÉL no lleva fruto será quitado. Los incredulos que todavía no han nacido de nuevo no están en Él, no están en Cristo porque sólo los que están en Cristo son nuevas criaturas (2 Corintios 5:17).

Y ahora vamos a ver en la practica lo que significa llevar fruto para Dios.

«Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis POR VUESTRO FRUTO LA SANTIFICACIÓN, y como fin, la vida eterna» (Romanos 6:22)

A la luz de estas Palabras del apóstol Pablo, es procurando la santificación sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14) que podremos llevar fruto para Dios permaneciendo en la vid que es Cristo Jesús. Y para permanecer en la vid, hay una condición NECESARIA que se nos dice por el apóstol Juan en su primera epistola: «Y EL QUE GUARDA SUS MANDAMIENTOS, PERMANECE EN DIOS, Y DIOS EN ÉL» (1 Juan 3:24).

Hermanos y hermanas en el Señor, es precisamente guardando los mandamientos de la ley de Cristo bajo la cual estamos (1 Corintios 9:21) que nos podremos permanecer en la vid llevando el fruto de la santificación con el fin de la vida eterna. Es por eso que el apóstol Pedro, citando la ley de Moisés nos dijo: «como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo» (1 Pedro 1:15-16).

Procuremos, pues, la santificación porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros (1 Tesalonicenses 4:3) observando Sus mandamientos que no son gravosos, más bien nos hacen libres para servir Aquel que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Cómo Él dijo: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:4,5) «El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y EL QUE ES SANTO, SANTIFÍQUESE TODAVÍA» (Apocalipsis 22:11).

La gracia y la paz de Dios sean con todos ustedes que están en Cristo.

Enrico Maria Palumbo

¿Se puede seguir a un hombre según la Biblia?


10500570_10204101375272910_5397824286657018180_nEn la Palabra de Dios leemos las siguientes exhortaciones:

«Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo» (1 Corintios 11:1).

«Acuérdense de los líderes que les enseñaron la palabra de Dios. Piensen en todo lo bueno que haya resultado de su vida y sigan el ejemplo de su fe» (Hebreos 13:7 ‘NTV’).

Así que, como está escrito, los santos pueden seguir y ser imitadores de los SANTOS HOMBRES DE DIOS, no de los habladores de vanidades y los rebeldes, sino que los santos hombres de Dios pueden, y más deben, ser imitados.

Desdichadamente, hay muchos seguidores de las diversas organizaciones, que siguen los preceptos de su pastor, sin comprobar si se ajustan a la Palabra de Dios. Su pastor habla, y los miembros creen sus palabras y obedecen sin preocuparse mínimamente si lo que dijo esté conforme con la Biblia o no.
Son precisamente ellos los que siguen al hombre, entonces, de estos, no aceptamos amonestaciones como: «Ustedes siguen a un hombre»! Nos dicen esto porque escuchamos y compartimos, después de haber verificado las Escrituras, las predicaciones y enseñanzas de Giaicnto Butindaro.

Nosotros escuchamos también a otros predicadores, sin embargo, no es por esta razón que somos sus seguidores, ya que como estamos acostumbrados, examinamos lo todo y retenemos lo bueno, lo bueno solamente.

Ya lo sabemos, esta historia de SEGUIR AL HOMBRE, es una de las calumnias que los enemigos de la Palabra y de Dios y de la sana doctrina lanzan contra los que escuchan al ministro de la Palabra Giacinto Butindaro, para alejar lo más posible a las almas de su enseñanzas, para que no escuchen a él, porque si lo escuchasen se darían cuenta de inmediato de que dice la verdad de acuerdo a la Palabra de Dios. Si uno ha nacido de nuevo, se da cuenta de que dice la verdad según la Palabra, pero si no son salvos, si no tienen el Espíritu de Dios en ellos, o son réprobos, entonces no entenderán, tampoco si les hablase el apóstol Pablo en persona.

Dios ha establecido el ministerio de maestro (Véase Efesios 4:11), entre otros, y si hoy hay un maestro de Dios entre nosotros, ¿por qué no deberíamos reconocerlo y escucharlo? ¿Por cuál razón oculta no deberíamos aceptar lo que dice si se ajusta a lo que enseñan las Escrituras? En todo caso, los que nos aman y quieren que no sigamos siendo víctima de algún falso ministro y engañador, entonces deberían decir que tenemos que estar cuidado y comprobar todo con la Palabra, porque esto se aplica a todos, y no sólo a un hombre: Giacinto Butindaro.

Vamos a hacer algunos ejemplos explicativos:

– ¿Si nos no aceptásemos la refutación del rapto secreto enseñada por Giacinto, el rapto secreto LLEGARÍA A SER VERDADERO?

– ¿Si nos no aceptásemos la refutación sobre la imposición del diezmo a los santos bajo la gracia, se convertiría en VERDAD BÍBLICA?
Y así tantas otras cosas, como el fuego del infierno, la Nueva Jerusalén, los juicios de Dios, la predestinación, los dones espirituales….

¿No es tal vez Giacinto que nos exhorta a comprobar todo por medio de las Sagradas Escrituras? No es tal vez él quien nos exhorta a rechazar todo lo que no está presente en las Sagradas Escrituras? Claro, así es, y damos gracias a Dios por eso.

Si entre nosotros Dios ha constituido un maestro para que nos enseñe y nos haga salir de las trampas y de las simas de muchos charlatanes y engañadores que circulan sin problemas en las distintas iglesias de todas las denominaciones, ¿por qué no deberíamos escucharlo? En resumen, rechazar lo que dice una persona sin haberlo escuchado, no es una cosa sabia, no es una manifestación de sabiduría, sino es una tontería!

Por lo menos escúchenlo, ustedes que lo injurian y calumnian, y demuestren donde se equivoca, con la Biblia en la mano, pero si no pueden demostrar donde se equivoca, entonces ¿por qué lo golpean con su lengua calumniosa y mentirosa?

Ahora les digo a ustedes, hermanos y hermanas en el Señor que lo están escuchando y leyendo, no se hagan atrapar por los charlatanes y engañadores, sino continúen a escuchar y comprobar todo lo que oyen y leen por medio de las sagradas Escrituras, para que retengan lo bueno, y rechazen toda especie de mal.

Doy gracias a Dios por los hermanos Giacinto e Illuminato Butindaro, de los cuales he recibido en muchos años que los conozco personalmente sólo cosas buenas.

Quien no lo conoce, al menos evalúe las cosas con lo que se puede ver, con los frutos que se pueden ver, es decir: con sus enseñanzas escritas y predicadas, con sus libros, con sus exhortaciones. Y tengan siempre en cuenta, que no pide dinero a nadie y NO PONE A LA VENTA SUS LIBROS, que ya pienso, están en casi todas las casas de los creyentes, amigos y enemigos.

Las Escrituras también nos enseñan a dar honor al que debamos honor, como está escrito:

«Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones; al que deban respeto, muéstrenle respeto; al que deban honor, ríndanle honor» (Romanos 13:7)

Por el hermano en Cristo Jesús: Giuseppe Piredda

Traducido por Enrico Maria Palumbo

¿Jesús resucitó física o espiritualmente?


tomb1La Escritura enseña que Jesucristo resucitó corporalmente, en otras palabras que Él retomó su cuerpo con el cual murió sobre la cruz, y que fue puesto en el sepulcro. Obviamente el cuerpo con el cual Él resucitó y con el cual les apareció a sus discípulos era diferente de aquel precedente porque era inmortal, incorruptible y glorioso, y a demostración de esto hay el hecho de que Jesús se presentó entre sus discípulos a puertas cerradas, por lo tanto, pasando por los muros del lugar dónde ellos estaban en ese momento; pero aquel cuerpo quedó siempre su cuerpo. De hecho, cuando Jesús les apareció a sus discípulos y éstos creyeron ver un espíritu, Él les dijo: “¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:38-39). Noten como Jesús dijo que no era un espíritu porque un espíritu no tiene carne y huesos como Él, entonces los invitó a tocarle. Pero además del hecho que sus discípulos podían tocarle, hay el hecho que en aquel cuerpo habían las señales de los clavos y la señal de la lanza en su costado, cosa muy importante esta, diría fundamental; esas señales en su cuerpo resucitado, de hecho, confirman su resurrección corporal.

Y entonces, digo, si Jesús no hubiese recuperado su cuerpo, ¿cómo habrían podido haberse cumplido las palabras proféticas de David: “Y aun mi carne descansará en esperanza” (Hechos 2:26)? ¿No creen ustedes que habría sido una contradicción por Dios decir que la carne del cuerpo del Mesías habría descansado en esperanza, y luego aquel mismo su cuerpo no habría salido inmortal y glorioso de la tumba en la que fue colocado? ¿Qué esperanza habría sido la que habría tenido el Cristo sobre su carne, si entonces esta no habría sido por Él retomada? Una ilusoria y falsa esperanza. Pero no, de esa esperanza el Mesías vio el cumplimiento porque su alma no fue dejada en el Hades, y su cuerpo no vio corrupción, de hecho, resucitó al tercer día, volvió con su alma en su cuerpo traspasado pero esta vez aquel cuerpo era inmortal y glorioso.

Y de nuevo, digo esto: ‘Si no hubiera sido su resurrección corporal, ¿cómo habría podido Jesús destruir la muerte?’ No habría podido, porque cuando vino la muerte aconteció una separación física del alma de Jesús de su cuerpo, por lo cual el cuerpo decimos que en cierto sentido fue “perdido”, por lo tanto, para que la muerte fuese vencida era necesario que el alma del Jesús muerto volviese precisamente en aquel cuerpo del que estaba separado; en otras palabras, que Jesús retomara su cuerpo. Y así sucedió; sí, esto es lo que pasó con su resurrección, por la que ahora proclamamos que Jesucristo ha destruido la muerte.

Por tanto, miren por ustedes hermanos y tengan cuidado con todos los que de una u otra manera niegan la resurrección corporal de Jesús; éstos mienten contra la verdad. La resurrección corporal de Jesús es parte del plan divino de redención, porque Pablo dice que Jesucristo fue “resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25); cancelar esto significa cancelar la redención llevada a cabo por Cristo por amor de nosotros. Decir de hecho que Jesús no resucitó físicamente significa negar implícitamente su resurrección, porque no hay una resurrección espiritual, tal resurrección no se puede llamar una resurrección. Así que, hermanos y hermanas sigan proclamando la resurrección de Cristo, y defendiendola de los ataques de los que, seducidos por el diablo, la niegan.

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por enrico Maria Palumbo

¿Ya son perdonados los pecados futuros?


D8emYfXEs una falsa doctrina que se enseña por muchos pastores también aquí en Italia, y dice que en virtud del sacrificio expiatorio hecho por Jesucristo, se nos han sido perdonados todos los pecados, y no sólo los del pasado, sino también los futuros. Para los pecados cometidos después del nuevo nacimiento, por lo tanto, no hay necesidad de pedir perdón a Dios por ellos, simplemente porque ya hemos sido perdonados. Y es precisamente por esta razón que Dios no castiga a nadie de los Suyos por posibles pecados que cometen, porque dicen que está escrito que Jesús ya ha llevado el castigo por nuestros pecados. Pasemos ahora a su refutación.

La Escritura dice que Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando murió en la cruz derramó su sangre para el perdón de nuestros pecados, de hecho, cuando la noche que fue entregado dio la copa a sus discípulos, les dijo: «Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados» (Mateo 26:28). Y por lo tanto fue a través de su muerte (seguida de su resurrección) que hemos obtenido la remisión de nuestros pecados por medio de la fe en Cristo, sí, por la fe, porque es por la fe que se recibe el perdón de los pecados, de acuerdo con lo que dijo Pedro a casa de Cornelio: «De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre» (Hechos 10:43), y Jesús a Saulo cuando se le apareció en el camino a Damasco: «Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados» (Hechos 26:16-18). Así que, cuando creímos en el Señor Jesucristo, todos nuestros pecados pasados fueron perdonados, es decir, todos los pecados que habíamos cometido hasta ese momento, sin excepción. Lo que obtuvimos en ese día es llamado por el Apóstol Pedro «la purificación de sus antiguos pecados» (1 Pedro 2:9). Es por eso que el apóstol Pablo nos dice: «Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados…» (Colosenses 2:13). Es bueno señalar, sin embargo, que además de creer nos también arrepentimos de nuestras obras muertas. Por lo tanto, los pecadores deben arrepentirse y creer en Jesucristo: por eso que Jesús mandó a sus discípulos a predicar el arrepentimiento y el perdón de los pecados por la fe en su nombre, como está escrito: «Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» (Lucas 24:45-47). Los pecadores entonces, aunque Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados, no es que ya han sido perdonados y sólo tienen que darse cuenta de esto: no, absolutamente no, sino tienen que saber que Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados, y que para ser perdonados deben arrepentirse y creer en su muerte expiatoria y en su resurrección, de lo contrario, sus pecados permanecerán apegados a su conciencia, o sea, sus pecados seguirán siendo sin perdón, y cuando morirán descenderán a las llamas del Hades a causa justa de sus pecados, porque «todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23) y «el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él» (Juan 3:36). Este es un concepto bíblico fundamental que deja claro que la ira de Dios está sobre los hombres que viven en el servicio del pecado, y es por eso que se llaman hijos de ira. Nosotros también, antes de obtener la remisión de nuestros pecados «éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás» (Efesios 2:3).

Llegamos ahora a los pecados que cometen los creyentes. ¿Hay o no hay necesidad de arrepentirse de ellos y confesarlos a Dios por su perdón? La Escritura dice que hay necesidad de esto.

Lucas relata un incidente que ocurrió en Samaria que lo muestra muy claramente. Escuchen lo que dice: «Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad. Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí» (Hechos 8:5-24). Por tanto, aquel hombre llamado Simón, que se había convertido en un creyente, cometió un pecado porque trató de comprar a los apóstoles el poder de imponer las manos sobre los creyentes para que ellos recibieran el Espíritu Santo, y de esto se dio cuenta inmediatamente el apóstol Pedro que le amonestó y le reprendió severamente. ¿Qué le dijo? «Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás». Simón, entonces, fue llamado a arrepentirse y orar a Dios para el perdón de ese pecado que cometió. ¿No es suficientemente claro?
Así que la Escritura nos muestra que si pecamos, debemos arrepentirnos y orar a Dios pidiéndole que nos perdone nuestros pecados. Y, de hecho, ¿qué dice el apóstol Juan a los santos? «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). Existe, pues, una condición que debe cumplirse para obtener el perdón de nuestros pecados, que es confesarlos a Dios, y Él, en Su fidelidad y bondad nos perdonará.

Pero hay otra condición que debe ser cumplida, que es la siguiente: debemos perdonar las deudas a nuestros deudores, de lo contrario, Dios no perdonará nuestras deudas. Esto es, de hecho, lo que Jesucristo nos enseñó: «…. si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial» (Mateo 6:14-15). Por eso que cuando nuestro hermano se arrepiente del pecado que ha cometido contra nosotros y pide perdón, debemos perdonarlo, de lo contrario, cuando luego nos presentaremos ante Dios para pedir perdón por nuestros pecados, Él no perdonará nuestros pecados. Así es, hermanos, y en este sentido les recuerdo estas otras palabras de Jesús que son muy claras y son parte de la respuesta que Jesús dio a la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces habría debido perdonar a su hermano que pecaba contra él: «Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas» (Mateo 18:23-35).

¿Han visto lo que va a pasar con nosotros si no perdonamos de corazón a nuestro hermano que se arrepiente y pide perdón? Dios no nos perdonará tampoco, y nos castigará por nuestros pecados. En otras palabras, si no perdonamos las deudas de nuestros deudores, ni siquiera Dios nos perdonará nuestras deudas hacia Él. Pero si les perdonamos tenemos plena confianza en que Él también nos perdonará, y de hecho en la oración que Jesús nos enseñó hay también estas palabras: «….perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores…» (Mateo 6:12). Por lo tanto, confesemos nuestros pecados a Dios con plena confianza, sabiendo que Él los perdonará. En este sentido, quiero también decirles que a veces hay errores que no somos ni siquiera conscientes de ellos, y de hecho se llaman errores ocultos, por lo tanto, es bueno pedir a Dios que limpie incluso aquellos, como dice el salmista: «¿Quién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente!» (Salmo 19:12 ‘NVI’).

Hablando de pecados, también hay que decir, sin embargo, que hay un pecado por el cual no podemos obtener el perdón, ya que de ello uno no se puede arrepentir: es el pecado de muerte (1 Juan 5:16). El escritor de Hebreos, de hecho, afirma acerca de este pecado en particular: «Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?» (Hebreos 10:26-29) y también: «…Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada» (Hebreos 6:4-8). Este pecado voluntario, por lo tanto, o recaída, es el pecado que lleva a la muerte a quien lo comete, y es negar al Señor, es decir, retroceder para perdición (Hebreos 10:38-39). Noten que los que lo cometen, la Escritura dice que es imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento.

Y, por último, vamos a refutar la afirmación de que Dios no nos puede castigar por nuestros pecados, porque Él mismo llevó el castigo por el cual tenemos paz, como está escrito: «…el castigo de nuestra paz fue sobre él» (Isaías 53:5).

Ciertamente, Jesús sufrió el castigo para el que hemos obtenido paz con Dios, y esto se debe a que Dios cargó en Él el pecado de todos nosotros – «y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido» Isaías 53:4 – por lo tanto, si fuimos reconciliados con Dios fue a través de la muerte de Jesucristo en la cruz. Pero esto no quiere decir que un discípulo de Cristo es inmune al castigo de Dios, porque Jesús dijo al ángel de la iglesia de Laodicea: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete» (Apocalipsis 3:19). Estas palabras fueron pronunciadas por Jesús, miren bien. Y de hecho, ¿no es verdad que Jesús dijo acerca de sus siervos que habían cometido adulterio con Jezabel, «He aquí, yo arrojo … en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella» (Apocalipsis 2:22)? Y entonces los castigos de Dios son parte de la disciplina que Él nos imparte para hacernos partícipes de su santidad, y por lo tanto son indispensables, como está escrito en la Epístola a los Hebreos: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:5-11). Así que las palabras de Isaías sobre el castigo sufrido por Jesús, no pueden tener el significado que le dan los que dicen que hoy en día Dios no nos castiga con enfermedades u otros eventos funestos.

Concluyo, por tanto, poniendoles en guardia contra aquellos que están propagando esta falsa doctrina que está trayendo graves daños a las Iglesias, ya que lleva a muchos para vivir una vida disoluta y en la ilusión, así como llevarlos a convertirse en orgullosos en su corazón y, de hecho, no saben lo que es la humildad, no saben lo que significa humillarse ante Dios. Estos pastores y predicadores son rebeldes, charlatanes y engañadores, apártense de ellos, porque su levadura leuda toda la masa.

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

¿Fue Jesucristo creado o es coeterno con el Padre?


Por toda la eternidad....

Los Testigos de Jehová (y no solamente ellos n.d.t.), para decir que Jesucristo no ha existido siempre junto con Dios su Padre toma los siguientes pasajes de la Escritura: «He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto…» (Apocalipsis 3:14) y: «El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación… él que es el principio» (Colosenses 1:15,18). Como se puede ver en estos pasajes Jesús es llamado el principio de la creación de Dios, el primogénito de toda creación y el principio.

Ahora, por lo visto parece que Cristo sea llamado una criatura de Dios, pero en realidad es sólo una apariencia, porque la comparación de estas Escrituras con otras escrituras muestran que las cosas no son así porque Cristo nunca fue ha creado sino ha siempre existido como Dios su Padre y el Espíritu Santo. Vamos a ver entonces estas otras Escrituras que anulan la mala interpretación dada a esos pasos por los testigos de Jehová.

– Jesús dijo a los Judíos: «Antes que Abraham fuese, yo soy» (Juan 8:58).

Él pudo decir esto aunque en apariencia parecía una criatura, porque Él existía desde toda la eternidad antes de tomar la naturaleza humana. Si así no hubiera sido, es decir, si Cristo hubiese sido creado por Dios antes del mundo, no habría podido hacer esa declaración porque se habría arrogado un atributo que no le correspondía. Él habría podido decir: «Antes que Abraham fuese yo existía o era» , pero no «Yo soy» como hizo.

– Jesús dijo a Juan: «No temas; yo soy el primero y el último… » (Apocalipsis 1:17,18).

Si Él hubiera sido creado por Dios y por lo tanto si hubiera sido una criatura no habría podido jamás pretender ser el primero; porque en tal caso habría afeado Dios de su gloria. Si Él realmente hubiese sido una criatura habría dicho que era el segundo, y jamás el primero como lo es Dios el Padre. Por lo tanto, también estas palabras de Jesús muestran que Él es Dios.

– Pablo dice a los Romanos sobre los que Dios ha abandonado en las concupiscencias de sus corazones porque cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible: «Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén» (Romanos 1:25).

Ahora, si Cristo fuera una criatura de Dios porque creado por Dios en un determinado tiempo de la eternidad, nosotros, debido a la adoración que le ofrecemos, nos seríamos considerados como los idólatras que adoran a los ángeles, María,… ¿Cuál diferencia pasaría de hecho entre Cristo y alguna otra criatura de Dios? ¡Sólo el hecho de que fue creado primero y nada más! Cristo, por tanto, no puede ser una criatura de Dios. Consideren los discípulos del Señor que le adoraban antes que nosotros cuando se les apareció resucitado. Si Cristo hubiera sido una criatura, ¿cómo habrían podido adorar a Cristo y no ser culpables de idolatría? Era imposible. Pero digamos más: ¿Cómo habría podido Cristo, si hubiera sido una criatura, no reprénderles al verlos que le adoraban cuando Él mismo había dicho: «Si tu hermano pecare contra ti, repréndele..» (Lucas 17:3) (los discípulos fueron llamados por Cristo «mis hermanos»)? (Véase Mateo 28:10). Y si un ángel santo (una criatura de Dios entoces) cuando vio Juan postrado ante Él lo regañó diciéndole: «Mira, no lo hagas…Adora a Dios» (Apocalipsis 22:9), ¿no habría hecho Cristo, si hubiera sido una criatura, lo mismo a sus discípulos? Por supuesto que les habría reprendido también advertiéndoles que debían adorar sólo a Dios; pero el hecho de que Él no lo hizo indica que Él sabía ser Dios y por lo tanto ser digno de adoración. También me gustaría señalar un par de cosas acerca de las palabras anteriores de Pablo a los Romanos: la expresión «antes que al Creador» significa que los idólatras adoran a alguien que no es el Creador, sino una criatura. Así que debemos adorar al Creador, no la criatura; y, por tanto, si Cristo es una criatura deberíamos dejar de adorarle. Pero ¿cómo podemos dejar de adorar a Cristo cuando la Escritura nos dice que los hombres sabios, sus discípulos y las mujeres lo adoraron? Pero ¿cómo podemos dejar de adorar a Cristo, cuando los santos ángeles de Dios en el cielo le adoran en obediencia a la orden de Dios? ¿No está escrito: «Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10)? Es por lo tanto la voluntad de Dios que nosotros adoremos a Cristo como lo hacen los ángeles en el cielo, y no algo injusto en los ojos de Dios. Alguien dirá: ‘¿Pero entonces Cristo es el Creador que es bendito por los siglos?’ Sí, junto con el Padre creó todas las cosas. No puede ser de otra manera, de hecho, más adelante en la misma epístola Pablo llama a Cristo «Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos» (Romanos 9:5). Noten ese «bendito por los siglos» común a los dos versículos, porque atestiguan inequívocamente que Cristo es co-creador con el Padre, pero no como lo entienden los Testigos de Jehová, es decir, que el Hijo primero haya sido creado y luego haya creado, [Ellos dicen: ‘…después de haber sido creado como su Hijo primogénito, Dios lo usó como su colaborador en la creación de todo el resto del universo’ (Sea Dios veraz, p. 35)], porque Él era Dios antes de la fundación del mundo, desde la eternidad.

Pero si Jesús no es una criatura de Dios, ¿qué significado tienen estas escrituras? Significan que Cristo es el principio de la creación de Dios y el primogénito de toda criatura en el sentido de que Él es superior a la creación y toda criatura porque está escrito que Él es «sobre todas las cosas» (Romanos 9:5) y «sobre todos» (Juan 3:31), y también en el sentido de que toda la creación tiene su principio en Él; pero no que es la primera criatura de Dios, porque el Hijo de Dios es desde la eternidad y hasta la eternidad con el Padre. Y a continuación, señalamos que si se debiera afirmar que Jesús fue creado debido a que es llamado «el principio» (Colosenses 1:18) lo mismo debería decirse también de Dios Padre porque Él es llamado «el principio» (Apocalipsis 21:6). ¿Cómo es, entonces, que cuando Pablo dice que Jesús es el principio, los Testigos de Jehová, dicen que significa que tuvo un principio, pero cuando Dios dice que Él es «el principio» los Testigos de Jehová no se atreven a decir que Dios tuvo un principio, y por tanto que Él no ha siempre existido? Es obvia la razón, porque se acercan a la Biblia para hacerle decir lo que quieren. El término primogénito entonces, en el citado versículo en Colosenses indica la supremacía de Cristo sobre todas las criaturas de Dios; como cuando se dice en los Salmos: «Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra». No puede por tanto existir, a la luz de las Escrituras, la antes citada explicación de esos versículos de la Biblia dadas por los Testigos de Jehová.

Ahora vamos a decir algo sobre el pasaje de la Escritura escrita en Proverbios tomado por los Testigos de Jehová para decir que Jesús no es Dios: «Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras» (Proverbios 8:22). Ahora, de acuerdo con los Testigos de Jehová estas palabras confirmarían que Cristo fue creado por Dios y que Él no es eterno; y esto porque la Escritura lo llama «sabiduría de Dios» (1 Corintios 1:24) y «la sabiduría de Dios» (Lucas 11:49). Pero las cosas no son así en absoluto, ya que de una lectura cuidadosa de las palabras de la sabiduría de Dios se nota que habla de esa manera para dejar claro a los que escuchan lo importante que es prestar atención a todo lo que Ella dice. En otras palabras Ella dice que ya existía con Dios antes que Dios crease todas las cosas, y fue testigo de la creación hecha por Dios y por lo tanto vale la pena prestarle atención porque sabe lo que es bueno que el hombre deba hacer y lo que no lo es. Pero mediten: ¿No sería absurdo decir que la sabiduría con esas palabras haya dicho que también Ella ha sido creada por Dios? Por supuesto que lo sería, porque en ese caso se debería concluir que hubo un tiempo en que Dios estaba sin sabiduría! Y entonces que Él no fue siempre el mismo, y esto iría en contra de las palabras de Dios: «Yo, el Señor, no cambio» (Malaquías 3:6) Pero entonces, en este caso con razón surgiría una pregunta: ¿Cómo hizo Dios sin la sabiduría a crear la sabiduría?! En esencia surgiría una pregunta muy similar a la que – como hemos visto – se haría si dijéramos que el Verbo también fue creado por Dios, y es decir: Si todo fue hecho a través del Verbo, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho, ¿cómo creó Dios el Verbo sin el Verbo?! Como pueden ver, si las cosas fueran como dicen los Testigos de Jehová nos iríamos inevitablemente en contra de la Palabra de Dios. No se puede, por lo tanto, aceptar esta explicación que ellos dan a las palabras de Salomón. Una vez más hay que reconocer que negar la eternidad del Hijo de Dios, es negar que Él no tiene principio, también apoyándose en algunos pasajes de la Escritura que aparentemente muestran que Él tuvo un principio, significa ir en contra de la enseñanza global de la Palabra, y por lo tanto quedarse confundidos por ella misma.

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

¿Tu espíritu se enardece viéndolos?


Idolos

Lucas dice: «Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría» (Hechos 17:16). Y esto debido a que Pablo era un hombre santo y temeroso de Dios y por lo tanto aborrecía los ídolos y la idolatría, y de hecho él desaprobaba públicamente los ídolos y exhortaba a los idólatras para que se arrepintiesen y se convirtiesen, a sabiendas de incurrir por eso en la persecución de los idólatras. Pero él de ninguna cosa hizo caso, ni estimó preciosa su vida para sí mismo, para placer y obedecer a Dios.

Después de tantos siglos, aquí en Italia estamos viendo esto: que las ciudades y los países están llenos de ídolos, pero hay pocos Cristianos a los cuales se enardece el espíritu viendolos. Incluso hay pastores que ni siquiera le hacen caso y los llaman «arte» y por lo tanto no exhortan a los idólatras para que se arrepientan y se conviertan de los ídolos, y una vez convertidos para destruírlos de inmediato. Las estatuas y las imágenes de la Iglesia Católica Romana, de hecho, es como si no existieran en este país para ellos. Nunca se les oyes desaprobar estos ídolos llamándolos por su nombre, y nunca se les escucha decir que aquellos que sirven y adoran a estos ídolos van al infierno. En otras palabras, escuchándolos hablar, es como si la Iglesia Católica Romana no existiera y no constituyera una herramienta poderosa en manos del diablo para conducir a las almas a la perdición, también por sus llamadas estatuas e imágenes sagradas. ¿Y por qué sucede esto? Debido a que estos pastores tienen miedo, miedo de los hombres en lugar de Dios, no aman la verdad y por lo tanto no están dispuestos a defenderla y ser perseguidos por ella.

Ya es la hora para reprobar, así como los ídolos de la Iglesia Católica Romana y la idolatría que fomenta, también el silencio culpable de todos estos llamados pastores, que para no descontentar a los Católicos Romanos y no incurrir en sus malas palabras y su persecución, guardan silencio.

Hermano, alza tu voz alta y clara contra los ídolos y la idolatría de la Iglesia Católica Romana, no te quedes en silencio, de lo contrario serás culpable ante Dios. Advierte a los Católicos Romanos (y no sólo ellos, sino también todos los demás idólatras que pertenecen a otras religiones idolátricas) que si no se convierten de los ídolos a Dios irán al fuego eterno. Implórales que se arrepientan de sus obras muertas y crean en el Señor Jesucristo, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

Habla y no calles.

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

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