¿Qué significa llevar fruto para Dios?


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«Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios» (Romanos 7:4)

Ahora que hemos sido salvados, libertados de nuestros pecados y santificados por medio de la preciosa sangre de Jesucristo, nuestros cuerpos no son más dados para servir al pecado, sino para servir a la justicia llevando fruto para Dios. Llevar fruto para Dios es así importante, que Jesús afirma que todos los creyentes que no llevan fruto serán quitados de Él y echados en el fuego. Como está escrito: «Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto» (Juan 15:2). Noten que Jesús está hablando de los creyentes, de hecho dice que todo pampano que EN ÉL no lleva fruto será quitado. Los incredulos que todavía no han nacido de nuevo no están en Él, no están en Cristo porque sólo los que están en Cristo son nuevas criaturas (2 Corintios 5:17).

Y ahora vamos a ver en la practica lo que significa llevar fruto para Dios.

«Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis POR VUESTRO FRUTO LA SANTIFICACIÓN, y como fin, la vida eterna» (Romanos 6:22)

A la luz de estas Palabras del apóstol Pablo, es procurando la santificación sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14) que podremos llevar fruto para Dios permaneciendo en la vid que es Cristo Jesús. Y para permanecer en la vid, hay una condición NECESARIA que se nos dice por el apóstol Juan en su primera epistola: «Y EL QUE GUARDA SUS MANDAMIENTOS, PERMANECE EN DIOS, Y DIOS EN ÉL» (1 Juan 3:24).

Hermanos y hermanas en el Señor, es precisamente guardando los mandamientos de la ley de Cristo bajo la cual estamos (1 Corintios 9:21) que nos podremos permanecer en la vid llevando el fruto de la santificación con el fin de la vida eterna. Es por eso que el apóstol Pedro, citando la ley de Moisés nos dijo: «como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo» (1 Pedro 1:15-16).

Procuremos, pues, la santificación porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros (1 Tesalonicenses 4:3) observando Sus mandamientos que no son gravosos, más bien nos hacen libres para servir Aquel que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Cómo Él dijo: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:4,5) «El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y EL QUE ES SANTO, SANTIFÍQUESE TODAVÍA» (Apocalipsis 22:11).

La gracia y la paz de Dios sean con todos ustedes que están en Cristo.

Enrico Maria Palumbo

¿Amas a tu prójimo como a ti mismo?


10599304_628189657290763_4890619602646579451_nHoy en día, se escucha a menudo por la gente del mundo y los Cristianos rebeldes a los cuales se transmiten los mandamientos de la ley de Cristo bajo la cuál estamos (1 Corintios 9:21), afirmaciones como por ejemplo: «¡Ama a tu prójimo en vez de decirle que tiene que hacer y juzgarle!»  «¡No son importantes las reglas, lo importante es amar al prójimo!», «¡Ahora estamos bajo la gracia, estamos libres en Cristo!».

Sin embargo, lo que no saben o fingen no saber estos REBELDES, es que la Escritura afirma exactamente LO CONTRARIO, como está escrito: «En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos» (1 Juan 5:2) «No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, Y CUALQUIER OTRO MANDAMIENTO, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Romanos 13:8-9). 

La Palabra de Dios es clara, no da lugar a dudas, quien guarda los mandamientos, AMA a su prójimo como a sí mismo.

Debido a esto podemos afirmar con certeza que (haré sólo algunos ejemplos de mandamientos dados por Jesús y los apóstoles), quien no exhorta a su hermano cuando se extravía de la verdad para que vuelva al recto camino (Santiago 5:19-20) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien no juzga con justo juicio (Juan 7:24) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien se conforma a este siglo malo (Romanos 12:2) amando al mundo y las cosas que están en el mundo el amor del Padre no está en él (1 Juan 2:15-17) y NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien no tiene su propio cuerpo en santidad y honor (1 Tesalonicenses 4:3-8) poniéndose medio o completamente desnudo en la playa del mar, vistiéndose de una manera indecente, ahora hablo a las hermanas, con minifaldas, ropa sucinta, atrapada y transparente que no cubre bien el cuerpo, maquillaje, joyas y no estando sujetas a sus maridos (1 Timoteo 2:9; 1 Pedro 3:3-5 ), NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien mira a una mujer para codiciarla comite adulterio (Mateo 5:28), y por lo tanto, NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien no da las cosas necesarias para el cuerpo a los hermanos que tienen hambre o están desnudos (Santiago 2:14-16) NO está amando  a su prójimo como a sí mismo. Quien no se somete y desprecia a las autoridades (Romanos 13:1-7) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien habla mentiras no diciendo la verdad aunque sea dura o incómoda (Efesios 4:25) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien se une en yugo desigual con los incrédulos (Católicos, Musulmanes, Budistas…) (2 Corintios 6:14-18) NO está amando a su prójimo como a sí mismo. Quien menosprecia y juzga al hermano débil en la fe porque no come de todo o no juzga iguales todos los días (Romanos cap. 14) NO está amando a su prójimo como a sí mismo.

Y hay también muchos otros mandamientos que están escritos en la Biblia para que el Cristiano pueda amar a su prójimo como a sí mismo y a Dios con todo su corazón, toda su alma, toda su mente y con todas sus fuerzas.

Hermanos y hermanas en el Señor, no se dejen seducir por los que no les aman y que toman versículos de la Escritura para justificar sus deseos y carnalidades, porque sirven a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos haciendo distraer a los santos de la obediencia a Dios. Estén firmes en la fe y retengan los mandamientos dados por Jesús y los apóstoles, siendo hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores.

«Hagan todo esto estando conscientes del tiempo en que vivimos. Ya es hora de que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día. Por eso, dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz. Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa» (Romanos 13:11-14).

«Aleluya. Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera» (Salmos 112:1).

El amor de Dios y la mansedumbre de Cristo sean con Su amada Iglesia.

Enrico Maria Palumbo

 

 

Estamos bajo la ley de Cristo


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El apóstol Pablo dice a los santos de Tesalónica: «Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús» (1 Tesalonicenses 4:2). Noten que Pablo habla de instrucciones, es decir mandamientos dados por los apóstoles a los santos por la gracia del Señor Jesús. Estos mandamientos están escritos en las epístolas y son parte de la ley de Cristo, bajo la cual estamos. Por lo tanto, necesitan ser observados. Les digo esto para recordarles que nosotros, aunque no estemos bajo la ley de Moisés, no estamos sin ley de Dios, porque estamos bajo la ley de Cristo (1 Corintios 9:21).

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Contra la ley satánica ‘haz lo que quieres’


hazHermanos, estén atentos, porque se han entrado en las Iglesias algunos hombres malvados que promueven la ley satánica ‘haz lo que quieres’ para llevar a los santos a la rebelión contra los mandamientos del Señor, ley que ellos, sin embargo, presentan astutamente como la ley del amor y de la libertad. Y con el fin de promover lo más posible esta ley diabólica, nos calumnian porque enseñamos la ley de Cristo (bajo la cual estamos como discípulos de Cristo). Generalmente lo hacen de esta manera: nos acusan de estar sin amor al prójimo porque enseñamos a los Cristianos unos mandamientos (como por ejemplo, no debes robar, no debes cometer adulterio, no debes fornicar, no debes decir palabras deshonestas, no debes amar al mundo y las cosas que están en el mundo, debes mantener tu cuerpo en santidad y honor, no en pasión de concupiscencia como los gentiles que no conocen a Dios, no debes comer la sangre, cosas sacrificadas a los ídolos y cosas estranguladas, tú mujer debes cubrirte la cabeza con velo cuando oras o profetizas, tú hombre no debes cubrirte la cabeza cuando oras o profetizas, tú mujer no debes ataviarte con joyas y ni siquiera con ropa indecente y de lujo, y así sucesivamente, que son los mandamientos que los apóstoles del Señor transmitían a los santos que son parte de la ley de Cristo), y por lo tanto queremos quitarles la libertad que es en Cristo!! En otras palabras nos acusan de ser personas que quieren traer de vuelta a los Cristianos bajo la ley de Moisés, y entonces que queremos poner sobre los discípulos cargas insoportables!!

En efecto, aquellos que no aman a su prójimo son precisamente ellos, ya que con sus enseñanzas instan a las almas para llegar de nuevo al servicio del pecado, es decir, bajo la ley del pecado y de la muerte. Su ley es en realidad la ley de odio hacia Dios y de la esclavitud del pecado. Promueven la independencia del Señor Jesucristo, o más bien instan para que se niegue a Jesucristo.

Así que no se dejen engañar por sus vanos razonamientos, guárdense y apártense de ellos: ellos odian a nuestro Señor Jesús.

«Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos» (Romanos 16:17-18).

» … me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo» (Judas 3-4).

Quien tiene oídos para oír, oiga

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo

Al fin libres… ¡Pero no para hacer lo que se quiere!


terreno lavoratoEl que practica el pecado esclavo es del pecado, Jesús dijo un día (Juan 8:34). Y mientras éramos pecadores éramos esclavos del pecado, era más fuerte que nosotros pecar, no podíamos evitarlo. Pero gracias a Dios por la fe en el Hijo de Dios que hemos sido libertados del pecado cuya fuerza recordamos es la ley. Así que por fin estamos libres, libres de la esclavitud del pecado. Sin embargo, tengan cuidado que no usen esta libertad como ocasión para la carne, (Gálatas 5:13), porque si vivimos conforme a la carne moriremos (Véase Romanos 8:13). En cambio, recordemos que ahora que hemos sido libertados del pecado, somos esclavos de Cristo, por lo tanto debemos hacer lo que Él dice. ¿Y qué nos manda Cristo si no servir a la justicia con todos nuestros miembros? Así que presentemos nuestros miembros para servir a la justicia como corresponde a los discípulos de Cristo.

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo