En el día de Cristo el fuego probará cuál sea la obra de cada uno


alfonso-palma__La-natura-si-veste-di-fuoco_gPablo escribió a los Corintios: «Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego» (1 Corintios 3:10-15). Pablo, según lo que dice Lucas, después de haber estado en Atenas llegó a Corinto donde predicó Cristo, y muchos de los corintios, oyendolo, creyeron en el Evangelio y fueron bautizados. Fue él que los engendró en Cristo Jesús por medio del Evangelio, fue él quien como sabio arquitecto puso el fundamento del edificio espiritual que surgió en Corinto, y el fundamento que él puso fue Jesucristo, el Hijo de Dios. Pablo vivió en Corinto un año y seis meses, enseñando entre los santos en Corinto la Palabra del Señor, después de los cuales se alejó de esa ciudad. Mientras que él no estaba en Corinto, Apolo llegó a Acaya y la Escritura dice que «llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído» (Hechos 18:27). Apolo, en Corinto predicó la Palabra a los santos, de hecho Pablo, escribiendo a los Corintios, compara la predicación de Apolo con el riego; él les escribió: «Yo planté, Apolos regó» (1 Corintios 3:6). Ahora, Pablo había puesto el fundamento y otros habían edificado por encima de eso, es decir que otros habían predicado y enseñado en la iglesia en Corinto, y en este sentido dijo: «pero cada uno mire cómo sobreedifica» (1 Corintios 3:10), y esta es todavía la exhortación dirigida a todos aquellos que edifican sobre el fundamento que es Cristo Jesús.

Los verdaderos ministros de Cristo no predican a sí mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, ellos predican las buenas nuevas de la paz, instando a los hombres a arrepentirse y creer en nuestro Señor Jesucristo para la remisión de sus pecados. Cuando predican donde Cristo todavía no ha sido anunciado, se procuran primeramente poner a Jesucristo como fundamento y luego sobreedificarle; esta es la razón por la cual todas las iglesias de los santos se yerguen sobre el mismo fundamento, es decir Jesucristo, la piedra angular, escogida y preciosa para todos los que creen en Él. Así que todas las iglesias de Dios tienen Jesucristo como fundamento, y Pablo dice que «nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo» (1 Corintios 3:11); esto significa que ningún ministro de Dios tiene el derecho de quitar este fundamento para poner otro en su lugar. Si por un lado vemos que ningún ministro del Evangelio que sirve a Dios con conciencia pura se atreve a quitar el fundamento, por otro lado, vemos que muchos lobos (hijos de maldición que predican un evangelio distinto del que recibimos) buscan con su astucia eliminar este fundamento de la vida de los creyentes. Ellos, de hecho, tratan de llevar a los discípulos del Señor lejos del Señor y de su lado; amados, ¡cuidado con ellos!

Llegamos ahora a los ministros del Evangelio que no se atreven a poner otro fundamento que el que está puesto, que es Jesucristo, sino que sobreedifican. Como ustedes saben, los ministros del Evangelio predican a Cristo crucificado, el perdón de los pecados a través de la fe en su nombre, y el bautismo en agua en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, pero como se puede ver entre los ministros del Evangelio, hay algunos que enseñan a los creyentes cosas diferentes en comparación con lo que enseñan otros sobre el mismo tema. Y ahora viene la pregunta inevitable: «¿Quién tiene la razón entre el uno y el otro?» «¿Quién es que está edificando bien y quién está edificando mal? No todos pueden decir la verdad porque lo que dicen es diferente. Para poder decir quien son entre ellos los que están edificando hojarasca, se debe comprobar y demostrar por las Escrituras que los que enseñan es en marcado contraste con la Palabra de Dios. Les voy a dar algunos ejemplos por medio de los cuales les muestro cómo algunos trabajan en vano enseñando ciertas cosas a los creyentes.

En cuanto a la doctrina del bautismo con el Espíritu Santo, algunos que predican a Cristo y enseñan la Palabra de Dios (sin cancelar la gracia de Dios porque predican la Palabra de la fe), dicen que uno es bautizado con el Espíritu Santo cuando cree en el Señor, otros cuando uno es bautizado en agua, otros que cuando uno es bautizado con el Espíritu Santo no comienza a hablar en otro idioma; todos ellos tienen en común que enseñan a los creyentes un bautismo con el Espíritu Santo sin el correspondiente y consecuencial hablar en otro idioma; ahora, acerca de este tema, enseñan falsamente porque las Escrituras atestiguan de manera inequívoca (y los hechos lo demuestran plenamente), que cuando uno es bautizado con el Espíritu Santo (también se puede decir: «Cuando uno recibe la llenura del Espíritu Santo» o: «Cuando recibe el Espíritu Santo») comienza a hablar en otro idioma como el Espíritu dirija a la persona. Las escrituras que lo demuestran son las siguientes: «Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen» (Hechos 2:4); «Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. » (Hechos 10:44-46); «Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban» (Hechos 19:5-6). Entonces; ¿qué vamos a decir acerca de nuestros hermanos que predican a Cristo y la salvación mediante la fe en Cristo? Vamos a decir que en cuanto al bautismo con el Espíritu Santo están edificando hojarasca sobre el fundamento, hojarasca que en el día de Cristo será quemada y su trabajo resultará en vano.

Pero el hecho es que incluso entre los que predican y enseñan la Palabra de la fe y enseñan que cuando uno es bautizado con el Espíritu Santo comienza a hablar en otro idioma, algunos enseñan cosas en la misma doctrina que no pueden conciliarse con otros que enseñan acerca de la misma doctrina, y a veces hay que decir que son opiniones personales que también anulan la palabra de Dios. Algunos dicen que el mandamiento del velo era sólo para las mujeres de la iglesia en Corinto y van por las iglesias diciendo esta falsedad; dicen sus razones que son de las más variadas y absurdas, y muchos les creen porque piensan que porque ellos son conocidos y predican a tanta gente deban decir la verdad en absoluto. Yo les digo que en este sentido están edificando hojarasca sobre el fundamento y todo su duro trabajo para decir sus propias razones será anulado por el fuego de Dios que quemará esta hojarasca. Esta enseñanza de ellos no tiene ningún valor; no es algo precioso que vale la pena edificar, y esto es porque la Escritura dice: «Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles [cuando ora o profetiza]» (1 Corintios 11:10), por lo tanto, ya que la cabeza de la mujer sigue siendo el hombre, ya que los ángeles que miran a la asamblea de los fieles en Cristo no sólo se habían en aquella época y no sólo en Corinto, la mujer debe hoy en día también cubrirse la cabeza cuando ora o profetiza para no afrentar su cabeza. El hecho de que el mandamiento del velo esté escrito en sólo una de las muchas cartas de Pablo no anula esto mandamiento en absoluto, porque leyendo lo que Pablo dice en la misma epístola, él ordenó de cubrirse la cabeza también a las mujeres de las otras iglesias; él, en relación con algunas otras cosas que se escribieron sólo a los Corintios dice: «esto ordeno en todas las iglesias» (1 Corintios 7:17), así que el hecho de que estas cosas estaban escritas sólo a los Corintios no quiere decir que él estaba enseñando sólo a los Corintios. Y entonces él dijo sobre el velo: «Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios» (1 Corintios 11:16). ¡Entonces este buen hábito lo tenían también todas las otras iglesias de Dios y no sólo la de Corinto! Repito: cualquier enseñanza que cancela el mandamiento para la mujer de cubrirse la cabeza es hojarasca, así que no empiecen a edificarla para que también ustedes no sufran pérdida en ese día.

Algunos dicen que el mandamiento de Pedro relativo al atavío de la mujer escrito en su primera epístola, que es el siguiente: «Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios» (1 Pedro 3:3-4), está dirigido sólo a aquellas mujeres creyentes casadas ​​con no creyentes, las cuales no deben vestirse de esa manera para ganarlos para Cristo¡ Esta es la hojarasca que algunos que no manejan correctamente la Palabra de verdad están edificando sobre el fundamento; porque toman la cita de Pedro: «Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa» (1 Pedro 3:1-2) para apoyar su vana doctrina (pero Pedro dijo: «para que también los que no creen a la palabra» (1 Pedro 3:1), entonces el mandamiento es tanto para las esposas de los maridos creyentes como para las esposas de los no creyentes); pero se olvidan de que más tarde Pedro dice: «Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor» (1 Pedro 3:5-6). Ahora, ¡yo no creo que Sara tenía un marido no creyente que no era obediente a la palabra, y que ella no se ataviaba con vestidos lujosos, peinados ostentosos y de adornos de oro para ganarlo! Yo sé que Sara no se ataviaba como las mujeres corrompidas porque era una mujer santa que temía a Dios y esperaba en Dios y que estaba casada con un hombre que creía en Dios y verdaderamente temeroso de Dios (cuando fue probado por Dios, ofreció a su único hijo Isaac). Amados, no empiecen a edificar la hojarasca de ellos; el mandamiento de Pedro relativo al atavío de las mujeres fue confirmado por Pablo y está dirigido a todas las mujeres que están en Cristo, sean solteras, casadas con creyentes o no creyentes, y viudas.

También aquellos que enseñan que el pastor es también un profeta porque habla de las cosas que vendrán porque están escritas en la Palabra de Dios, edifican hojarasca.

También aquellos que enseñan que el que habla en lenguas habla a los hombres para su edificación consolación y exhortación, cuando se reúne la iglesia, pero que habla a Dios cuando está solo, edifican hojarasca, porque Pablo no hace esta distinción y no hay pruebas de esta doctrina en las Escrituras. Él dijo: «Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios» (1 Corintios 14:2), por lo tanto también cuando se reúne la iglesia el que habla en lenguas habla a Dios, y no sólo cuando ora solo. Esto significa que también la interpretación corresponde a un hablar a Dios (oración, alabanza, acción de gracias a Dios) y no puede ser un hablar dirigido a los hombres ya que no cambia dirección cuando se reúne la iglesia.

Yo quería hacerles estos ejemplos para que entiendan que todo lo que no es verdad es hojarasca que uno edifica sobre el fundamento, y que en ese día será quemada y los que la habrán edificada sufrirán pérdida. El Señor en aquel día separará lo que cada uno ha edificado de precioso de lo que es innoble y esto lo hará por el fuego; permanecerá sólo lo que es precioso porque lo que no vale nada será quemado. Quien edifica oro, plata y piedras preciosas, cuando el fuego pondrá a prueba su trabajo no sufrirá pérdida, porque lo que él ha edificado permanecerá y su esfuerzo utilizado en la edificación de este material será recompensado; aquellos que han edificado con madera, heno y hojarasca, verán la madera, el heno y la hojarasca que se disolverán con el fuego y el esfuerzo que hicieron para su edificación no será recompensado ya que será en vano. Pablo escribió: «sufrirá pérdida» (1 Corintios 3:15), porque van a perder la recompensa por su trabajo (habiendo sobreedificado con madera, heno y hojarasca), pero no es que van a ser arrojados al fuego eterno en absoluto, porque Pablo dice: «si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego» (1 Corintios 3:15), entonces serán la madera, el heno y la hojarasca que se perderán y no los hermanos que les han edificados por falta de conocimiento o porque no manejaban bien la palabra de verdad. Tengan en cuenta que estas palabras de Pablo no son en absoluto un estímulo para edificar con madera, heno y hojarasca sobre el fundamento ya que nos inspiran a un santo temor de Dios, porque nos hacen surgir la pregunta: «¿Qué estoy edificando? ¿Estoy edificando oro, plata y piedras preciosas, o madera, heno y hojarasca? Creo que cada uno de nosotros que enseña la Palabra deba examinar cuidadosamente lo que enseña a otros para que esté cierto que está edificando cosas de valor sobre el fundamento, cosas que permanecerán por siempre, y por las cuales se obtiene una recompensa. No querer enseñar algo que es bíblico sólo porque no lo enseñan en muchos o sólo porque se convertiría en «impopular» o enemigo de alguien dentro de la hermandad significaría engañarse a sí mismo; también preferir enseñar algo anti-bíblico para complacer a la mayoría significa engañarse a sí mismo, porque luego en ese día los que irán a sufrir pérdida serán aquellos que han enseñado esas cosas. Yo sé que ese día la madera, el heno y la hojarasca no se convertirán en oro, plata y piedras preciosas, porque son los que son, y serán quemados, así que cuidemos de nosotros mismos para que no trabajemos en vano. Tengan en cuenta que la recompensa que vamos a obtener del Señor para nuestro propio trabajo que no es vano, será preservada por la eternidad, por lo tanto tenemos que edificar sólo cosas de valor, para no ver parte de nuestros esfuerzos quemados por el fuego de Dios.

Pero no sólo se habrán enseñanzas erróneas quemadas en ese día, sino también juicios errados dados según las apariencias o rumores; truhanerías, necedades y todo lo deshonesto, y cualquier obra inútil. Miren, hermanos y hermanas, cuando hablamos o cuando hacemos un trabajo en cierta medida nos cansamos ya que nuestro cuerpo hace un esfuerzo, pero hay que hacerse cargo de toda nuestra conducta porque de esa tendremos que dar cuenta a Dios en ese día; recuerden que ustedes serán recompensados por el esfuerzo utilizado para hacer y decir lo que es correcto a los ojos de Dios y no por el mal o la falsedad. No puede ser de otra manera: ¿Pero ustedes creen que Dios recompensará el esfuerzo que se está utilizando para enseñar algo que no corresponde a la sana doctrina, o para hacer una injusticia a alguien, o para contar chistes a su pueblo, o para salir de fiesta? No, en absoluto, porque Él es justo. Y luego, si así fuese, todos estaríamos animados a tomar a la ligera el sagrado compromiso que hemos tomado en el seguimiento del Señor, y a no cuidar de nosotros mismos.

En la tierra, los hombres premian otros por muchas cosas inútiles y perversas que dicen; los arrogantes, los perversos, las prostitutas, los impíos son recompensados ​​con trofeos, con el dinero, con las riquezas por sus obras de maldad, como si hubieran hecho obras de justicia, pero no tenemos que asombrarnos como si sucediese alguna cosa extraña, porque Salomón dijo hace miles de años: «Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos» (Eclesiastés 8:14); Ahora, esto es lo que sucede en la tierra, pero en ese día, el mal hecho, no importa por quién, no será galardonado porque por todas las obras en vano, engañosas e injustas quien las cometió será pagado por Dios como se merece; Ciertamente, Dios no alabará sus hijos que han hecho o dicho algo innecesario o injusto.

Veamos ahora lo que representan el oro, la plata y las piedras preciosas de las que Pablo habló.

En primer lugar hay que decir que Pablo usa este término de comparación porque nos muestra que se está refiriendo a las cosas que tienen valor. Pero ¿Cuál son las cosas que tienen valor a los ojos de Dios? Todas las sanas enseñanzas y cada palabra benevolente que da gracia al prójimo que les escucha es algo precioso que el creyente edifica sobre el fundamento y por lo que será recompensado en ese día. En los Salmos está escrito: «Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces» (Salmos 12:6); entonces, ya que la Palabra de Dios es pura plata, los que la usan para edificar la iglesia de Dios (enseñandola, predicandola para alentar a los débiles y consolar a los talados, proclamandola para amonestar a los desordenados), en ese día serán recompensados ​​por edificarla sobre el fundamento. Dios nos ha dado el material adecuado para que se coloque sobre el fundamento, vamos a cogerlo y edificarlo sobre el fundamento para nuestro bien y de la iglesia de Dios.

También las buenas obras hechas en caridad hacia alguien y las limosnas que se hacen en secreto son cosas preciosas y el esfuerzo para ponerlas sobre el fundamento será recompensado ​​porque está escrito que «El impío hace obra falsa; mas el que siembra justicia tendrá galardón firme» (Proverbios 11:18); Sí, hermanos, la labor de nuestro amor será recompensada en ese día; este pensamiento nos consuela y nos llena de alegría en medio de este mundo lleno de injusticias y de hipocresía.

Pablo dijo: «Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo» (2 Corintios 5:10). Hermanos, todos nosotros algún día estaremos ante el tribunal de Cristo, nos compareceremos todos ante este tribunal, ya que cada uno de nosotros debe recibir la remuneración por todo lo que ha hecho de palabra o de obra mientras que vivía en el cuerpo, por lo tanto agotemonos en la obra de Dios honestamente y sinceramente, sin hacer nada por contienda o por vanagloria, porque en ese día también se manifiestará el consejo de nuestros corazones, también la razón real por la que estábamos hablando y habíamos actuado de una manera determinada y no en otra. ¿Qué pasará entonces en ese día? Sucederá que muchas clasificaciones realizadas por los hombres en la tierra serán cambiadas porque muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros, y todo el mundo verá lo que cada uno de nosotros ha edificado sobre el fundamento. No se mostrará acepción de personas, lo que hemos edificado se pondrá a prueba por el fuego; la vanidad será quemada, la verdad recompensada; los que se enaltecen, serán humillados; y los que se humillan, serán enaltecidos; estoy persuadido de que en ese día seremos testigos de escenas imaginadas jamás, porque en la tierra tenemos la tendencia a mirar las apariencias a juzgar de acuerdo a las apariencias o rumores; mientras que en el cielo no se habrá ningún juicio dado según las apariencias.

Aunque una persona viva con otra persona y la vea frecuentemente la conoce siempre mínimamente, pero Dios la conoce completamente y puede juzgar con justicia porque conoce todas sus obras y todas las palabras que la persona dice en el curso de su vida. Esta es la razón por la que es mejor esperar hasta que las clasificaciones sean hechas por Dios en ese día y por lo tanto no debemos confiar en las que el hombre hace apoyándose en su discernimiento o en la apariencia. Será en ese día que se llegará a saber muchas, muchas malas acciones, muchas hipocresías, tantas mentiras, tantas mentiras perpetradas dentro de la hermandad, pero hábilmente cubiertas por temor a salir al descubierto y ser llevados a la vergüenza; será en ese día que se llegará a saber muchas, muchas buenas palabras y muchas, muchas buenas obras que se han realizado en secreto, lejos de las miradas indiscretas de los demás, para no ser vistos por los hombres, y para no buscar la gloria que viene de los hombres. Amados, todo lo que hacemos se manifestará en ese día, porque Pablo dice que Dios «aclarará también lo oculto de las tinieblas» (1 Corintios 4:5), tanto lo precioso como lo sin valor; ninguno de nosotros podrá más mantener algo oculto porque Dios manifestará lo todo de nosotros y delante de todos. Esto nos debe llevar a santificarnos de hecho y en verdad y no de lengua, cada día que pasa; esto nos debe desanimar a hacer y decir cualquier cosa mala e inútil, pero también debe animarnos a hacer y decir tantas cosas buenas mientras que estamos en este cuerpo. Está llegando el día en que vamos a salir de este cuerpo, y entonces ya no podremos hacer o decir nada bueno sobre la tierra en vista de la recompensa final; es mientras que estamos en vida que Dios nos manda para hacer el bien y atenerse a la verdad cuando hablamos. Hagamos lo que Él nos manda, con celo, siempre buscando más formas de hacer progresos y abundar en la obra del Señor. Hay una recompensa cierta por lo que hacemos, y no nos escapará de nosotros, si perseveraremos hasta el fin en la fe y en las obras de Cristo. A Aquel que un día recompensará a cada uno de nosotros según Su excelsa justicia sea la gloria para siempre. Amén.

Por el maestro de la Palabra de Dios: Giacinto Butindaro

Traducido por Enrico Maria Palumbo